La seguridad del lenguaje corporal.

Una de las máximas aspiraciones de las ciencias humanas y sociales es dar con la tecla en la predicción de la compleja conducta humana. Posiblemente la capacidad humana para la predicción del comportamiento, tanto de los congéneres como del resto de especies animales, supuso la herramienta más funcional que nos llevó a la cúspide evolutiva. Eso sí, a costa de enormes sacrificios y miles de años; donde el método intuitivo y de ensayo-error costaba incontables bajas y demostraba la lentitud sofocante de toda voluntad de aprender basándose en la experiencia directa e inmediata. Los métodos intuitivos pasaron a mejor vida como herramienta de solidez científica, siendo sustituidos por mecanismos racionales y empíricos que han logrado avanzar con creces en el manejo de la información conductual. La Psicología moderna, dentro del complejo y difícil objeto de estudio al que se dedica, permite hacer frente a la descripción y explicación de variados fenómenos conductuales humanos, tanto individuales (aprendizajes, memoria, percepción, etc.), como sociales (formación y dinámicas de grupos, reacciones de masas en variadas situaciones, comunicación interpersonal, formación de actitudes sociales, etc.).

En este artículo me gustaría centrarme en uno de ellos, el lenguaje humano; en concreto, el lenguaje corporal. Antes de nada, quisiera aclarar que entiendo por lenguaje humano la capacidad de generar un mensaje que permita comunicar algo a alguien (sorpresa, miedo, inseguridad, curiosidad, afecto, información, etc.). Y debemos entender por acto comunicativo la elaboración de un mensaje que modifique el estado o conducta del oyente. En un lenguaje más sencillo, “que le llegue (afecte)”. Partiendo de la clásica clasificación de la comunicación humana en dos frentes: la comunicación verbal y no verbal; me centraré en la segunda, a la que desde ahora me referiré como “el lenguaje del cuerpo”. Esa variedad de gestos, posturas, tics, miradas, formas y movimientos que transmiten junto al lenguaje verbal una valiosa información de las intenciones conscientes e involuntarias del emisor del mensaje. He de aclarar, que independientemente del escenario y contexto comunicativo, ambas modalidades se dan conjuntamente cuando se emprende la comunicación (no es extraño encontrarse incluso a personas que a pesar de estar hablando por el móvil siguen gesticulando como si el receptor lo estuviera allí mismo).

Para analizar y llegar a comprender el lenguaje corporal es necesario volver a recorrer la gama de mecanismos de aprendizaje que veíamos al comienzo. ¿Quién no ha intuido lo que iba a realizar una persona determinada en un momento?; o aquellas personas que tras un cúmulo de errores interpretativos acaban aprendiendo a reconocer gestos porque estos no paran de aparecer en determinados escenarios profesionales y personales (clientes, compañeros de trabajo, vecinos, parientes, etc.). El caso más explícito de ese intento de entender y “adivinar” los gestos lo tenemos en la relación paterno-filial y docente-alumno. Un padre atento y comprometido con la crianza es capaz de detectar minúsculos gestos faciales en los hijos que le sirven para conocer el estado anímico o la credibilidad de sus palabras. Lo mismo ocurre con un buen maestro. Cuando uno crece y se convierte en padre y docente, entiende el “don” de los mayores para descubrir nuestras mentiras (Menos mal que nos queda la adolescencia para no conocernos ni a nosotros mismos; de lo cual se infiere la dificultad para comprendernos).

Centrándonos en la labor profesional del Vigilante de Seguridad, el conocer más allá de la intuición y las rutinas (respetando ambas en su justa medida), el lenguaje corporal de los potenciales usuarios de un servicio en diferentes escenarios y circunstancias (clientes de centros de alta concurrencia, pasajeros, intervenciones, evacuaciones, asistencia, asesoramiento, apoyo a víctimas, análisis de conductas terroristas –sobre todo, en la nueva vertiente suicida-, etc.), es una herramienta de gran valor que requiere de la puesta en marcha de mecanismos de investigación y formación para aumentar la eficiencia en la seguridad.  Habría además, una condición incuestionable que no se debe dejar pasar; me refiero al contraste de credibilidad de ambas categorías comunicativas. Si partimos, en primer lugar, del hecho que considera que una magnífica capacidad comunicativa se traduce en una absoluta cohesión entre lo que un sujeto expresa verbalmente y lo que su cuerpo expresa; y en segundo lugar, y como consecuencia de la primera premisa, que cuando no hay coherencia entre lo verbal y no verbal en un mensaje, la “sinceridad” se ubica en la faceta corporal ya que esta tiene elementos inconscientes e involuntarios; vemos la importancia del conocimiento en esta materia como un componente más de las ciencias relacionadas con la seguridad.

Tras estas reflexiones me parece oportuno generar algunas propuestas relacionadas con los avances metodológicos de las ciencias psicológicas y sociales que aventuran ser de gran interés en la materia. En primer lugar, la tecnología Big Data permite obtener una gran cantidad de información referente a la conducta humana y a los procesos mentales detrás de ella. Nos permitiría, por tanto, el análisis de patrones de comportamiento y sus posibles efectos mediante la extrapolación de datos recogidos por diferentes medios. En segundo lugar, la Inteligencia Artificial permite la toma de decisiones vinculadas al diagnóstico y tratamiento de ciertas pautas de comportamiento. En tercer lugar, la Robótica: la ‘máquina’, el ‘dispositivo’ o el ‘instrumento’ pueden llegar a ser objetos intermediarios entre el agente de seguridad, su potencial “cliente” y el técnico en lenguaje corporal.

Nos adentramos en unas conjeturas solventes, científicamente hablando, que requerirán de elementos éticos entre otros muchos, así como de avances tecnológicos y diseños algorítmicos que preveo están por llegar en los próximos años. Lo que no cabe la menor duda es que como profesionales de la “seguridad humana”, el conocimiento eficiente de esta materia permitirá hacer frente a registros conductuales relacionados con la credibilidad del testimonio, la sintomatología de conductas patológicas en escenarios críticos, la detección precoz de patrones conductuales de alto riesgo (suicidio, terrorismo, tumultos…), así como otras múltiples expresiones de la condición humana. Volviendo al escenario actual, a lo real, no me queda más que reconocer lo seguro que es la seguridad del lenguaje corporal.

 

Francisco Vílchez Lara

Psicólogo

Profesor de Seguridad y Protección

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