Desde el pasado jueves, caminar por los históricos Campos Elíseos o cruzar alguno de los icónicos puentes sobre el Sena se ha convertido en una odisea. La ciudad de la luz se ha transformado en un escenario de restricciones y vigilancia extrema, en preparación para los Juegos Olímpicos que comenzaron el pasado viernes. París, conocida por su bullicio y su encanto turístico, se encuentra ahora blindada, con un perímetro de protección antiterrorista activado y un despliegue de seguridad sin precedentes.
La capital francesa, normalmente llena de turistas y parisinos disfrutando de sus calles, se asemeja hoy a un escenario post-confinamiento. Las restricciones incluyen la instalación de 44,000 rejas alrededor del Sena, donde se ha celebrado la ceremonia de apertura olímpica, por primera vez fuera de un estadio. Los militares y policías patrullan cada esquina, y el silencio, interrumpido solo por el ruido ocasional de los vehículos de seguridad, recuerda los días más estrictos de la pandemia.
La situación ha generado un descontento generalizado entre los residentes, muchos de los cuales han decidido abandonar la ciudad temporalmente para evitar los inconvenientes. Aquellos que permanecen, especialmente en las zonas acotadas, necesitan permisos especiales con códigos QR para moverse.
Los comerciantes, particularmente en la zona del Sena, sufren las consecuencias de estas restricciones. La drástica reducción en el número de turistas y clientes ha llevado a comparar la situación con el confinamiento. Los hoteles, que esperaban aprovechar el flujo de visitantes durante los Juegos, han elevado tanto sus precios que han disuadido a muchos turistas, resultando en una ocupación menor de la esperada. La preparación para este evento mundial ha generado una mezcla de expectativas y preocupaciones entre los residentes y comerciantes de la ciudad.
El despliegue de seguridad para los Juegos Olímpicos de París es el mayor de la historia de la ciudad, y cuenta con un componente internacional significativo. Más de 300 efectivos españoles, entre policías nacionales, guardias civiles y militares, han sido desplegados en París, en lo que se describe como una operación logística y de seguridad sin precedentes.
La magnitud de la logística es considerable: no se trata solo de trasladar al personal, sino también caballos, perros y drones. Los caballos, por ejemplo, viajarán en tres etapas, con paradas intermedias en Lore Toki (Lasarte) y Saumur (Francia), antes de llegar a París. Los guías caninos y la Unidad Aérea de la Policía seguirán itinerarios igualmente detallados para asegurar una llegada coordinada y segura.
Este despliegue refleja un cambio significativo en la cooperación franco-española. Hace años, Francia era reticente a permitir la presencia armada de policías españoles en su territorio, incluso en la lucha contra ETA. Hoy, esta colaboración es esencial para la seguridad de los Juegos Olímpicos. Los agentes españoles, armados y en primera línea, se integrarán en el despliegue francés, especialmente en el «último kilómetro», las áreas de mayor riesgo y concentración de personas.
Los efectivos españoles se centrarán en el cinturón negro, considerado de máximo riesgo, y estarán presentes en estadios, actos de inauguración y clausura, centros deportivos y otras infraestructuras críticas. Además, patrullarán en transporte público y en los aeropuertos de Orly y Charles de Gaulle. Las patrullas mixtas, compuestas por dos agentes españoles y uno francés, operarán para labores de prevención, mostrando una cooperación sin precedentes.
El despliegue incluye unidades especializadas en diversas áreas. Entre ellas, los spotters, coordinadores de seguridad relacionados con el fútbol, acompañarán a la selección española y colaborarán con sus homólogos franceses para detectar riesgos. Además, habrá equipos caninos especializados en la detección de explosivos y unidades aéreas equipadas con drones y antidrones.
El Centro de Cooperación Internacional y el Centro de Inteligencia jugarán roles clave en la coordinación del despliegue. Agentes de la Comisaría General de Información colaborarán en la prevención contra el terrorismo, asegurando una respuesta rápida y eficaz a cualquier amenaza potencial. La coordinación entre los diferentes países, aunque compleja, se está gestionando con éxito, con detalles tan específicos como la vacunación de los caballos siendo verificados por las autoridades francesas.
El fervor por los Juegos Olímpicos se mezcla con una gran preocupación por la seguridad. El despliegue de seguridad es masivo, con 45,000 fuerzas del orden y 18,000 soldados, junto con refuerzos extranjeros, entre ellos guardias civiles españoles. El nivel máximo de alerta terrorista y la presencia de patrullas triplicadas en el metro reflejan la seriedad con la que se está abordando la seguridad. Emmanuel Macron, presidente de Francia, ha enfatizado que la seguridad es la prioridad principal durante el evento.
La población francesa muestra sentimientos encontrados sobre la celebración de los Juegos. Aunque inicialmente había un alto nivel de apoyo, este ha disminuido significativamente a medida que se acercaba la fecha de comienzo. Antes del viernes pasado, solo el 40% de los franceses apoyaba la ceremonia de apertura en el Sena. Los planes alternativos incluían ubicaciones menos espectaculares como el Trocadero o el Estadio de Francia en caso de una amenaza extrema.
Más allá de los desafíos inmediatos, los Juegos Olímpicos dejarán una huella duradera en París. La creación del nuevo barrio de Saint Denis y la posibilidad de bañarse en el Sena son cambios significativos que redefinirán la ciudad post-olímpica. Las mejoras urbanísticas, como la creación de zonas peatonales y verdes, también contribuirán a una transformación positiva de la ciudad.
El París de estos días no se parece en nada al París que conocemos. Con calles silenciosas, tiendas vacías y una vigilancia extrema, la ciudad se ha transformado en un fortín para garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos. La colaboración internacional, especialmente el despliegue sin precedentes de fuerzas españolas, subraya la magnitud del desafío. Durante los juegos, la ciudad y sus habitantes deben adaptarse a esta nueva realidad, esperando que el evento se desarrolle sin incidentes y deje un legado positivo tanto en términos de infraestructura como de cooperación internacional.