Desde hace unos años -un par de décadas diría yo- el «culto» al cuerpo (en algún caso olvidando el de la mente) la inquietante tendencia a la vigorexia o el interés extremado (más allá de lo saludable) por la nutrición y dietética, «complementos» incluidos, se ha desbordado.
Obviamente, el interés se ha multiplicado y trascendido por el uso progresivo y generalizado de internet, desde el comienzo de siglo. Primero, con sus chats iniciáticos, el auge de las redes sociales después, y por supuesto, la inmediatez «obligada» del tiempo que vivimos y vemos reflejada en los clickbait que nos acechan, usemos el servidor que usemos, a través de WhatsApp, en las consabidas redes, prensa digital, etc.
Los típicos «cómo ganar fuerza máxima en tres semanas», «soy nutricionista y estos son los 5 alimentos que desaconsejo», «ejercicios que debes hacer si necesitas más glúteos», siempre con una imagen sugerente, no es más que algo tan cotidiano en nuestro día a día como puede serlo el despertador, el tráfico o el ruido de los vecinos.
En el mundo de la Seguridad, bien privada o bien de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, esta deriva no es ajena. Es muy común encontrarnos con personas que hace poco tiempo no hacían NADA de deporte y ahora, en un abrir y cerrar de ojos, son «expertos» en crossfit o realizan maratones o carreras de montaña (perdón, son runner o trail runner) de forma desmesurada. Pesan en una báscula todo lo que comen, critican constantemente las pautas nutricionales que tienen los demás y son doctores en medicina, nutrición y si me aprietas, en psicología; porque claro, son «especialistas» en coaching y/o mindfulness.
Me vais a perdonar el tono irónico y un poco «faltón». Solo quería dar un marco jocoso al «cuadro» que contemplamos. Es una exageración, quizá -o no tanto- que a fuerza de extenderse nos va resultando cada vez más ordinaria.
Esto hace que exista un «intrusismo» que nos enoja bastante a los profesionales. No puedes pasar de cero a cien en nada en la vida sin un PROCESO, bien sea de aprendizaje, de experiencia, o un tanto de uno y de otro. Es como si una persona viendo cuatro vídeos de Youtube y/o leyendo un artículo sensacionalista se postula para ser director de seguridad, o como coordinador de Cuerpos de Seguridad ante un Estado de Alerta.
Con esta introducción quería contextuar lo que a continuación disecciono, que no es otra cuestión que la de la IMPORTANCIA PREPARACIÓN FÍSICA EN EL ÁMBITO DE LA SEGURIDAD PROFESIONAL.
Al respecto, me gustaría valorar TRES ASPECTOS a tener en cuenta de forma genérica. Esto vale para la Seguridad Privada, para la pública de los Cuerpos de Seguridad del Estado e incluso, para muchas personas que realizan ejercicio (e intentan no caer en las tentaciones anteriores):
1) El ejercicio físico, antes de ser entendido o necesitado como entrenamiento específico o medio para aprobar un curso o unas oposiciones, debería ser una actividad de obligado cumplimiento en pro de la SALUD FÍSICA y MENTAL.
La OMS recomienda, por lo menos, de 150 a 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad (según el caso) moderada o vigorosa a la semana para los adultos (incluidas personas que viven con afecciones crónicas o discapacidad; e incluso un promedio de 60′ al día para niños y adolescentes.
Seguir ese consejo va en beneficio de todos. Individualmente, porque esta testado científicamente que previene enfermedades cardiovasculares, obesidad y envejecimiento prematuro, depresiones, ansiedad, alcoholismo, tabaquismo… pero también colectivo, ya que la Administración ahorra cantidades económicas notables en concepto de sanidad y seguridad social.
2) Para realizar actividad física a un nivel ya por encima de lo básico, es decir para preparar un curso, una oposición, un deporte concreto y una exigencia más específica, recomiendo ACUDIR A PROFESIONALES.
Como se suele decir popularmente, lo barato sale caro, y esto no es una cuestión baladí. En mis más de tres décadas dedicadas al deporte como formador, técnico o docente, un estereotipo muy común es el de la persona que nos llega LESIONADA o mal entrenada/asesorada al CENTRO ANDALUZ de ESTUDIO y ENTRENAMIENTO, donde trabajo de forma exclusiva y profesional desde 2002.
Malas praxis y hábitos inadecuados, no tener en cuenta los principios fundamentales de la Ciencia del Entrenamiento (que sí, que es una CIENCIA, y se estudia) como son las tres «P»: PROGRESIVIDAD, PROPORCIONALIDAD y PERSONALIZACIÓN; dejarse «aconsejar» por gurús (como los mencionados al inicio) u obviar detalles tan importantes como el peso corporal, el calzado, el tipo de apoyo, características morfológicas, etc… son por desgracia, el pan nuestro de cada día.
3) Tenemos que tener presente, al igual que en otros órdenes de la vida, DÓNDE estamos (es decir, de dónde partimos), QUÉ queremos (es decir, hacia dónde deseamos ir; cuáles son mis objetivos) y finalmente CÓMO vamos a realizar ese “qué” (es decir, cuál es el método que voy a emplear).
Si queremos ser sistemáticos, eficaces y efectivos, debemos tener muy claras las tres preguntas. Lo contrario suele ser sinónimo de fracaso y frustración (por tener unas expectativas muy distanciadas de la realidad) y de trabajo ineficaz, por ende.
A continuación, os quiero diseccionar las etapas de la preparación física y el entrenamiento en el ámbito que nos compete, como es el de la seguridad. La podríamos resumir en tres. La primera, la formativa; la segunda, la profesional; y la tercera, la de mantenimiento:
Primera etapa. La formación
En este caso, tiraremos de ortodoxia normativa y académica. Qué nos piden como requisitos para ser Vigilante de Seguridad y/o Cuerpo de Seguridad del Estado. En el ámbito físico, unas pruebas de acceso.
Lo primero que hay que tener en cuenta en este periodo son las BASES de nuestra convocatoria. Lo segundo, aplicar el punto 3 anterior (las tres preguntas; el dónde, el qué y el cómo). No es lo mismo, evidentemente, el punto de comienzo de una persona con sobrepeso, con una edad concreta y sin experiencia, quien necesitará el mismo “qué” que otra persona, por ejemplo, más joven, con peso adecuado y acostumbrada al entrenamiento físico, PERO UN DISTINTO CÓMO.
En esta etapa de formación, cada sujeto desarrollando su método en base a sus circunstancias tendrá como objetivo final pasar las pruebas físicas de su convocatoria para obtener su premio final; su plaza.
Segunda etapa. La profesional
Una vez conseguida la plaza y conseguido el trabajo en el seno de la Seguridad, como en otras facetas de la vida -insisto en eso, ya que lo considero muy importante como aprendizaje, extrapolable a todo ámbito; sea laboral, social, familiar…- se nos presenta, de nuevo, la reflexión de las tres preguntas dichosas.
Ya soy profesional y desempeño mi labor (“dónde” estoy). Tras pensarlo bien y consultarlo con los míos, quiero ascender y formarme para ello (“qué” quiero hacer a partir de ahora). Me pongo a ello y he trazado mi “camino”; me he apuntado a la academia y pienso sacarme el título que quiero y cuando pasen dos años (es solo un ejemplo) voy a optar por currículum y experiencia a mi promoción personal (“cómo” voy a hacer mi nuevo objetivo realidad).
Independientemente de esta cuestión indefectible que se da en esta fase (a no ser que uno decida quedarse como está para siempre, que también es legítimo si se está conforme) y tenga o no preparación física este nuevo reto, el ENTRENAMIENTO como parte del estatus que tenemos ya PROFESIONAL se hace imprescindible para ser, valga la redundancia, un BUEN PROFESIONAL.
Una de las señas básicas de llevar un uniforme que conlleve responsabilidad en seguridad es el rol profesional obvio al respecto. Realizar su cometido y sus responsabilidades, acorde con lo establecido con su cargo y sus superiores. Pero además de esta obviedad, ¿qué conlleva implícitamente nuestro cargo y dicho uniforme?
El uniforme y el cargo, así como la deontología del profesional de la seguridad nos llevan a un DEBE. Una de las características de dicho cargo, y en pro de actuaciones de distinta naturaleza orientadas a la tutela de la seguridad ciudadana, como reza la ley es el carácter coercitivo (sin entrar en las técnicas específicas para ello) que representa en sí mismo dicho cargo y uniforme.
Si representamos la GARANTÍA de la seguridad y la ley, tenemos una responsabilidad no escrita, y no es otra que el “decoro” a la IMAGEN que damos al exterior, ya que antes de cualquier actuación, esa será la que se lleve la ciudadanía.
En resumen, MANTENER el entrenamiento físico va ayudar a superar futuras pruebas (si así me lo propongo), a cumplir con mi labor si mi preparación física debe entrar en juego y, lo que trato al final, a darle una imagen digna al citado uniforme, que ayude de esta forma a tener una buena proyección hacia fuera, y por qué no, ayude en gran forma a persuadir sin entrar en acción siquiera.
Tercera etapa. El mantenimiento
Aquí seré más breve y, en todo caso, me servirá a modo de corolario compilar varias cosas que hemos ido diciendo antes, de forma ordenada.
El entrenamiento en esta etapa ya de madurez, tanto laboral como vital, no tiene que por qué ser vacua o intrascendente. Aparte de lo expuesto al inicio, de forma general, entrenamiento como medio para prevenir enfermedades físicas y mentales, saludable y de la manera personal, progresiva y proporcional (las tres “P”) que hayamos decidido de antemano.
Un entrenamiento racional y equilibrado, en base a cada edad y cada circunstancia personal, acompañado de hábitos saludables paralelos (buena dieta, alejarse de vicios inadecuados…) es lo ideal en esta etapa, sin buscar objetivos concretos, más allá de los fundamentales en la vida; estar a gusto con nosotros mismos y ser felices.
Para terminar el artículo, esperando que haya sido ameno y de interés, querría subrayar algo que me inquieta y que señalé al comenzar el escrito. La inercia actual que nos arrastra hacia lo cosmético, lo superficial, la posverdad y la belleza impuesta y, por encima de todo, la inmediatez, no pueda vencernos. El culto al cuerpo y la estética no debe superar al culto a la mente y al del sentido común. Es un deber más que creo, tenemos como seres humanos, todavía racionales.