Quizás, en los tiempos que corren, pueda ser impopular elogiar el trabajo que Villarejo hizo por España. Aún a riesgo por tanto de serlo, diré que tuve la suerte de conocer al personaje y no tanto a la persona, allá por los dos mil y algún año, a través de Paco, un inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía, quien fuere Director de Seguridad de esa multinacional del retail, célebre por las donaciones que su dueño hace a hospitales e igualmente popular por la crítica simplona por parte de ciertos sectores políticos a esas actuaciones que, recordemos, permiten salvar vidas.
Villarejo, como muchos de sus antecesores desde la época del extinto SECED, seguramente cruzó las líneas siempre difusas de la inteligencia, sin ser plenamente consciente en los primeros momentos, de si el encargo que le hacía el Gobierno y en su nombre un político o un directivo de la policía, cumplía principios de legalidad, como también de oportunidad y equilibrio.
Dije al principio de este relato de forma intencionada que “tuve la suerte “de conocer ciertos encargos que se le hicieron a Villarejo relacionados con análisis y prospectiva del “Procés” catalán, donde haciendo uso de su agenda barra tesoro de personas de interés, algunas de ellas fuentes, pudo acercarse a ciertas realidades latentes relacionadas con movimientos de la burguesía catalana, soportes de países amigos y no tan amigos y otras cuestiones.
Me olvidé de deciros que fui, durante 5 años, Director de Seguridad de Banco Madrid, filial de Banca Privada d’ Andorra y, aunque esta circunstancia pudiera acercarme a algunos datos recogidos en mi artículo, diré que son simples coincidencias.
Volviendo al asunto iniciado en mi primer relato, decía que los trabajadores de investigación privada, aun quedando enmarcados normativamente en la figura del detective privado, vimos al final de los 90 como policías, militares, espías y pseudo espías “se apoderaban del término investigaciones privadas” en su ejercicio de marketing.
Solo mentes virginales alejadas de toda impureza pueden llegar a pensar que un espía que deriva en trabajos de consultoría o inteligencia privada tiene las mismas oportunidades de acceder a datos a través de OSINT que un detective privado. Un ejemplo de un acceso digamos “diferente al resto de los mortales” a datos e información de interés para una investigación privada es el de Marita Fernández Lado -madre del conocido Paco Marco, a quien por cierto vi de forma continuada como se paseaba por el Principado de Andorra, seguramente en busca de azúcar, ruedas, perfumes o nieve, patrocinado por ciertos empresarios (casi escribo por error Ciercos empresarios, con la finalidad de desestabilizar, extremo este que no solamente no afirmo, sino que estoy seguro de que no se puede demostrar)-. Hago el apunte de Marita, pues pudiera ser que, habiéndose ennoviado con quien fuere el número dos del ya desaparecido CESID, seguramente, aunque fuere en sueños, cabe la posibilidad de haberse compartido secretos de alcoba que colaborasen en poder disponer de cierta ventaja competitiva sobre sus colegas detectives (así como Paco Marco no era del agrado del CNI, quizás y digo quizás, Marita, su madre, sí lo fuere del CESID y luego CNI, pudiendo haber recibido de ellos encargos varios que culminasen, al igual que en el caso de Villarejo, en servicios de interés general para la seguridad).
Quizás merezca un artículo próximo la relación estrecha de los servicios de inteligencia en el mundo y las agencias de investigación privada.
Han sido y son muchos los “Villarejo” que, habiendo culminado sus carreras profesionales en la policía, Guardia Civil, ejército y lo que no es ejército, han vendido sus servicios de investigación privada de forma claramente antijuridica (si lo enmarcamos en la Ley de Seguridad Privada), en tanto en cuanto, no se encontraban habilitados como detectives privados. Por no hablar de las mañas y artimañas usadas para acceder a datos a los cuales únicamente se puede acceder “desde dentro”.
Otro ejemplo de la delgada línea entre el trabajo de asesoramiento, investigación e inteligencia es el de compañías privadas estadounidenses e israelís asentadas en España desde hace 40 años, que reportaban y reportan de manera organizada y sostenida en el tiempo a sus gobiernos sobre los encargos privados que empresas de IBEX 35 les hacen. Empresas estadounidenses de investigación privada buscaron “salvar obstáculos legales” contratando detectives privados habilitados para “validar” indagaciones realizadas por sus analistas “privados”, tratándose esta fórmula de una finta a la Ley de Seguridad Privada.
Que Sanz Roldán sea asesor en asuntos internacionales de Iberdrola, que Banco Santander, Telefónica y muchas otras empresas disfruten, y digo bien, disfruten de profesionales venidos del CNI, me lleva a ver con normalidad, por tanto, un uso del término investigación privada desde una perspectiva amplia y más generosa, que va más allá de lo recogido en la legislación de seguridad privada.
Como dicen los taxistas de Málaga, con la entrada de Uber, se complementan servicios que no pueden ofrecerse desde el taxi tradicional, especialmente cuando hay “picos de demanda”.
Entre los detectives, existen las corrientes de los puristas, quienes no reciben con buena gana la entrada de estos profesionales en el sector de las investigaciones y quienes vemos con agrado que ciertos especímenes con amplísima experiencia en la investigación puedan realizar trabajos especiales para clientes especiales, complementarios a nuestros servicios tradicionales como detectives privados.
¡Comentadme si os ha gustado este breve artículo y si os interesa conocer más aspectos de la relación entre los servicios de inteligencia y las agencias de investigación privada!