Los nuevos detectives privados

Imagen generada por inteligencia artificial

Seguramente, “a causa de mi edad”, tenga una especial querencia hacia las figuras detectivescas más propias de Hercule Poirot, del amigo Colombo o la de Jessica Fletcher, con quien he compartido muchas horas de sofá en su día, allá por los 80, que hacia la figura del ciber detective.

Acercándome poco a poco a mis 30 años, véase a la época del cambio de milenio, tuve la oportunidad de conocer personalmente a quienes, para mí, son “los grandes” en el campo de la investigación privada en España, como Jorge Colomar u Oliver.

Algo más tarde, y por motivos profesionales también, tocando a mi cuarentena, pude compartir experiencias con “otro perfil de detectives privados y de las mal llamadas agencias de investigación e inteligencia”, como lo fueron, el ex comisario de policía Paco Álvarez, el ya jubilado Bruce Goslin o el propio Villarejo.

Si hago, por tanto, una traducción mental y rápida sobre mis experiencias en el campo de la investigación privada a lo largo de mi carrera de 35 años, en primer lugar, me doy cuenta de que me queda menos tiempo por vivir que lo vivido y, en segundo lugar, que he tenido una suerte enorme de poder haber comprendido a lo largo de mi carrera la evolución natural de la figura del detective privado en España.

Con acento en mi uso del término “mal llamadas agencias de investigación privada”, nacieron hace ya algunos años empresas que publicitaban servicios de investigación privada, sin encontrarse legalmente constituidas para ello y que algunas de ellas, sabiendo interpretar ágilmente su clara exposición al riesgo de sanción por parte de la Unidad Central de Seguridad Privada, incorporaron en su marketing el uso del término inteligencia. Florecen así, desde el año 2000, los analistas de inteligencia y las empresas de inteligencia privada, haciendo igualmente un mal uso del vocablo, pues dichas funciones, las de inteligencia, son inequívocamente atribuciones públicas exclusivas y excluyentes del estado.

Para mí, KROLL y ulteriormente KROLL ONTRACK, sin lugar a dudas, fue la precursora en su día de la figura de los ciber detectives o detectives en la red, quienes, incorporando a especialistas de los servicios de inteligencia estadounidenses, trajeron a España, no tan sólo el conocimiento técnico para la obtención de información a través de fuentes abiertas, sino la tecnología para conseguir tales fines; tecnología esta, la estadounidense, relacionada con el IMINT, SIGINT, OSINT y SOCMINT, que nos ayudó sustancialmente en la terminación de la organización terrorista ETA, dando soporte al trabajo esforzado, callado y continuadamente expuesto de HUMINT o Inteligencia Humana de los agentes del CNI tanto en España, como en Francia, Portugal, México, Uruguay, Cuba, Cabo Verde, Argentina, República Dominicana u otros.

Bruce Goslin supo, con su español bien asentado, como director de Kroll y posteriormente K2, explicar a las empresas del IBEX 35 y grandes corporaciones públicas y privadas la importancia de obtener información de calidad para la toma de decisiones por parte de la alta dirección, desde su noble despacho en la calle Almagro en Madrid (aún recuerdo con cariño el ascensor de madera de 1800, donde en aquellos tiempos, algo pasado de peso, me costaba acceder o salir de él). De él, aprendí que la figura del detective tradicional debía evolucionar de la mano del conocimiento de las herramientas y habilidades para la obtención de datos e información a través de fuentes abiertas, haciendo uso cada vez menos del combustible en nuestros vehículos de seguimientos y, cada vez más, del consumo de Gigas desde nuestras sillas, pues parece más que razonable que una cifra próxima a los 5 mil millones de usuarios activos en redes sociales, mereciese la pena dicho esfuerzo.

Ya en nuestros días, la Inteligencia Artificial ha vuelto a transformar de nuevo los mecanismos de recopilación de datos e información, multiplicándose exponencialmente cada día con la aparición de una cantidad ingente de aplicaciones o herramientas sorprendentes, que nos llevan a acortar los tiempos de investigación e incluso nos arrojan ciertos análisis básicos de inteligencia o explotación de esos datos.

De esta manera, la figura del ciber detective ha traspasado las fronteras físicas de la legislación en materia de seguridad privada, lo que supone un reto para los futuros responsables de reformarla adaptándola a este nuevo escenario. En este camino, por un lado, los colegios profesionales de detectives, entiendo, tienen un reto no menor en la detección temprana de una competencia desleal venida de acciones empresariales que incorporen en su haber o contenido de marketing, productos o servicios propios y exclusivos de la figura del detective privado y, por otro lado, el de fomentar el aprendizaje de sus asociados, en materias de OSINT (Open Source Intelligence).

Dicho lo anterior, a poco de cumplir 55 años, para mí, como incansable alumno, sigo obligándome anualmente a realizar cursos que me ayuden a desarrollar mi trabajo de forma más eficaz y eficiente, y de manera vocacional, como detective privado no ejerciente en este momento, me interesa estar al día en esta transformación tecnológica, invitándoos a descubrir estos nuevos mundos, no tan sólo a los jóvenes detectives, sino a los menos jóvenes como yo, incorporando una nueva ilusión en el tramo final de nuestras carreras profesionales.

Con la reserva debida necesaria, este pequeño artículo formará parte de una serie de ellos, donde explicaré vivencias personales, con algunos de los “célebres detectives” citados en la introducción, donde compartiré con vosotros cómo conseguí saber qué plancha usaba Colombo para su abrigo. Os daré, así mismo, algunos datos de una comida interesante con Villarejo, donde aprendí que usar grabadora y libreta a la vez era poco eficiente, o con el amigo Goslin, sobre cómo un buen especialista en OSINT, en un despacho pequeño, con un portátil de MediaMarkt, es capaz de obtener datos de altísimo interés, sin necesidad de la tecnología ni los medios de Ethan Hunt.

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