La accidentalidad y su investigación en el plano microscópico. Pt. 1

INTRODUCCIÓN.

      En nuestro país, la investigación de los accidentes de tráfico desde un punto de vista concreto o singular, ha sido encomendada a las diferentes Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (Guardia Civil, Policía Autonómica y Policía Local), por la Ley Orgánica 2/86 de 13 de marzo de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y tradicionalmente los avances que ha sufrido dicha disciplina se han debido a los estudios que a nivel académico se han ido introduciendo en dichas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, aunque recientemente y de un tiempo a esta parte, han  proliferado distintas empresas y profesionales que se han dedicado a la investigación y reconstrucción de los accidentes de tráfico utilizando los medios técnicos y las posibilidades que la informática ha introducido en este campo. Es importante, sin duda alguna, que la Universidad se involucre en el avance de la investigación del accidente de tráfico a dos niveles, el primero en cuanto a la formación del investigador-reconstructor y en un segundo nivel, en cuanto al desarrollo de nuevos métodos y estudios que posibiliten un avance en cuanto al análisis y la investigación de todo aquello que incide en el accidente de circulación, puesto que de ello se derivará información que pueda ser utilizada a diferentes niveles.

La problemática suscitada en la investigación realizada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, que será valorada en su momento en el presente, es la gran cantidad de accidentes que se deben investigar en un pequeño espacio de tiempo, contando por otra parte con unos medios que muchas veces dejan mucho que desear. A pesar de ello la evolución que ha seguido la investigación policial del accidente de tráfico recientemente ha sido considerable y posibilitada por la continua y abnegada actitud y vocación que a lo largo de los años demostraron todos aquellos profesionales que realizaron dicha labor.

LA INVESTIGACIÓN DEL ACCIDENTE: CONCEPTO.

La investigación de un accidente de tráfico a un nivel singular debe centrarse en el análisis y la consecución de las respuestas a las preguntas ¿Quién?, ¿Cuándo?, ¿Cómo?, ¿Dónde? y ¿Por qué?

(-) ¿Quién? Hasta ahora la mayoría de los manuales sobre investigación de accidentes obviaban el análisis del ¿quién?, incardinando la investigación sobre el conductor dentro del análisis de las causas del accidente (causas mediatas relativas al conductor). Es evidente, y cada vez más frecuente, que, en las concretas investigaciones de los accidentes de tráfico, adquiere mucha importancia la determinación de quién conducía los vehículos en el momento en que ocurren los hechos. Todo ello por varias poderosas razones.

La identidad del conductor: Son cada vez más numerosos los casos en los que, aquellas personas que han sufrido lesiones de menor gravedad, se identifican como conductores, al objeto de que la compañía aseguradora del vehículo indemnice a aquellos otros que han sufrido lesiones de mayor gravedad. En otros casos, (recordamos uno acaecido recientemente en Granada), los dos ocupantes del vehículo salen despedidos falleciendo una de las dos personas. La cláusula limitativa de responsabilidad para los conductores que encontramos en nuestras pólizas de seguro implica que aquél a quien se identifique como conductor recibirá una menor indemnización. La labor del investigador en estos casos será esencial y de capital importancia puesto que sus conclusiones y averiguaciones servirán de base para la exigencia y depuración de responsabilidades tanto civiles como penales.

En cuanto a la identificación de los conductores, es esencial la rapidez. Cuando los Agentes llegan al lugar del accidente han de preguntar a implicados y testigos quien conducía. Está demostrado que, en los primeros momentos, los implicados son más sinceros puesto que no ha tenido tiempo de valorar las posibilidades indemnizatorias. Normalmente son los componentes de las patrullas encargadas de la vigilancia del tráfico quienes llegan al lugar de los hechos con anterioridad a que lo haga el equipo de atestados. Deberán ser ellos quienes realicen esas primeras fases de la investigación. La investigación realizada posteriormente a nivel de nuestro Gabinete no podrá introducir o valorar muchos más datos que los obtenidos en ese primer momento.

En otros casos será necesaria la intervención de equipos de Policía Judicial, para que en base a restos orgánicos o huellas dactilares puedan arrojar luz sobre la identidad de la persona que conducía un determinado vehículo implicado en un accidente de circulación.

Las circunstancias del conductor: Una segunda fase de investigación sobre el ¿quién? en el accidente de circulación es la indagación sobre las situaciones personales y las condiciones físicas y psicológicas. Dicha investigación servirá de base para profundizar en las hipótesis sobre las causas del accidente. En este sentido será importante conocer el plan de viaje, las enfermedades, si se está medicando, si tiene problemas familiares (posibilidad de aparición de algún tipo de polarización afectiva), si había tomado alguna bebida alcohólica, etc. En general cualquier dato que pueda resultar de importancia para el análisis del factor humano en el accidente que ayude a la determinación final de las causas del accidente.

(-) ¿Cuándo? El análisis de las circunstancias que envuelven el momento en el que se produce el accidente es también importante. No nos referimos exclusivamente al momento de la semana o franja horaria en que se produce el accidente (circunstancia ésta que será de mayor importancia quizá a nivel macroscópico) sino a factores más puntuales que inciden directamente en ese hecho. En concreto, será importante analizar si nos encontramos ante una ola de calor (las personas descansan peor y se duermen al volante) o si simplemente la noche anterior han televisado algún partido internacional a hora intempestiva. Todas estas circunstancias determinan e inciden directamente en el accidente. La valoración puntual de dichas circunstancias posibilitará la aproximación a las causas del accidente, objetivo último de una investigación rigurosa.

(-) ¿Cómo? Contestar a esta pregunta implicará la necesidad de recomponer un puzzle. Es decir, valorar los daños, las estampaciones de pintura, los restos orgánicos, etc. y en base a criterios físicos, técnicos y de experiencia determinar la forma en que se produce el accidente, las situaciones pre-colisión y post-colisión de cada uno de los vehículos y personas implicadas. La determinación del “cómo” nos llevara a incluir el accidente dentro de una categoría y a poder explicar las interacciones y los impactos que ha recibido cada uno de los vehículos y de quién o qué lo ha recibido. La importancia del análisis de la forma en que se produce el accidente es vital para una buena investigación puesto que nos ayudará a establecer sentidos de circulación, maniobras evasivas, etc., siendo esencial para el conjunto de la investigación, puesto que una correcta valoración del “cómo” servirá de base para la reconstrucción analítica de los hechos y favorecerá la determinación de las causas del accidente y el análisis y estudio de la funcionalidad de los sistemas o elementos de seguridad pasiva. En la investigación del “como” es fundamental la realización de una minuciosa inspección ocular, que deberá incluir necesariamente un examen de los vehículos y de las huellas y vestigios que puedan quedar en el escenario del accidente. El resto será labor del investigador, a nivel gabinete. Lo esencial, sin embargo, es el trabajo de campo. Si no se toman correctamente los datos dificultaremos en extremo la labor del analista-reconstructor puesto que, si faltan datos o éstos son erróneos, podremos viciar los resultados del análisis de la forma en que ocurre el accidente.

(-) ¿Dónde? La determinación y el estudio del lugar del accidente es de gran importancia también a nivel microscópico, a dos niveles. Por un lado, es importante analizar las características del lugar en el que ocurren los hechos, las condiciones del mismo, la visibilidad, etc., y por otro lado es esencial determinar también el punto de conflicto, importantísimo para la investigación de la inmensa mayoría de accidentes. La ubicación correcta del punto de conflicto otorgará gran cantidad de información para poder trasladarla al análisis de las causas del accidente.

(-) ¿Por qué? La pregunta más importante que deberá contestar el investigador es ¿por qué se ha producido el accidente?, la causa del mismo, la condición o situación que ha originado el siniestro. Para ello, es esencial el análisis en conjunto del quién, dónde, cómo y cuándo.

En la actual clasificación de causas que se está utilizando en España y que sigue el manual de Investigación de Accidentes de la Guardia Civil (Dirección General de Tráfico 1991), se distingue entre causas mediatas e inmediatas.

Si analizamos las causas mediatas, nos daremos cuenta que responden a los factores o respuestas a las preguntas dónde, cómo, cuándo y quién. Las causas mediatas son relativas a los conductores (análisis del quién), a la carretera (dónde), a las condiciones meteorológicas (cuándo) y a los vehículos (cómo). Sin embargo, aunque introducen información en el análisis del investigador no repercuten en la atribución de responsabilidad del accidente, que es la información esencial que los órganos jurisdiccionales desean de la labor del especialista en investigación de accidentes.

En cambio, las causas inmediatas son las que analizan con detenimiento las razones por las que se produce el accidente de tráfico y son producto del trabajo del investigador, normalmente tras el planteamiento y contraste con los datos objetivos de varias hipótesis sobre los hechos.

Si seguimos el trabajo diario de los Equipos de Atestados e Informes de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, podemos observar como las causas inmediatas son planteadas como causa eficiente del accidente, es decir, como aquella situación o condición sin la que el accidente no se hubiese producido, (conditio sine qua non) prácticamente en el cien por cien de los casos analizados. Sin embargo, y anticipemos una pequeña discrepancia con el manual citado, particularmente y desde nuestro humilde punto de vista, consideramos que la clasificación que se realiza dentro del concepto de causas inmediatas puede ser resumido a dos, la deficiencia en la percepción o la condición negativa en la conducción. Analicemos este punto de vista.

En la clasificación que rige de las causas inmediatas del accidente (las que en la inmensa mayoría de los casos van a erigirse en causa principal o eficiente), nos encontramos inicialmente con la velocidad u otras infracciones, diferenciándose dentro del concepto de velocidad como causa, entre velocidad inadecuada y velocidad excesiva. Si analizamos puntualmente cada uno de los casos, el conductor de un determinado turismo circula en cada momento a una determinada velocidad porque quiere hacerlo o porque no se ha dado cuenta de la velocidad a la que circula o de la señalización que la limita.

Pongamos un ejemplo de un accidente consistente en salida de vía por la margen derecha y vuelco de tonel en un tramo curvo con unas huellas de fricción o derrape. En la inmensa mayoría de los estudios, tradicionalmente hemos venido estableciendo como causa del accidente una velocidad inadecuada para el trazado curvo de la vía o en su caso para el estado circunstancial del firme. Si damos un paso más allá en la investigación introduciéndonos en el ámbito interno del conductor podemos encuadrar esa velocidad inadecuada en otro grupo de causas. Si el conductor ha trazado un tramo curvo a una velocidad considerable y se ha producido la salida de vía será porque no se ha dado cuenta de que la velocidad a la que circulaba no era la adecuada para trazar el tramo o simplemente porque ha querido circular a esa velocidad. En el primero de los casos estaríamos ante una deficiencia en la percepción como causa del accidente y en el segundo de los casos ante una condición negativa en la conducción, es decir, al conocimiento del riesgo y a su asunción.- Por lo tanto, en este caso, tanto la velocidad excesiva como inadecuada no podría ser considerada como una causa independiente de las demás sino como un subgrupo de alguno de los dos grupos principales, es decir de las deficiencias en la percepción o de las condiciones negativas.

Lo mismo puede ocurrir con otras infracciones que tradicionalmente han venido estableciéndose como causas principales de los accidentes de tráfico. Es el caso de los adelantamientos, la infracción consistente en no guardar la distancia de seguridad, no respetar la prioridad en una intersección, etc…. Resumiendo, las infracciones por sí solas no determinan el accidente de circulación según nuestro personal punto de vista.

El segundo grupo de causas inmediatas es el relativo a las deficiencias en la percepción. El más importante grupo de causas de los accidentes de circulación y así se puede comprobar acudiendo a la casuística en esta materia. Si el accidente de circulación por definición implica una ausencia de voluntad en cuanto a la obtención de un resultado lesivo, en la mayoría de las ocasiones nos encontraremos con situaciones que no han sido percibidas a tiempo por los conductores, por lo que los distanciamientos entre los puntos de percepción posible y de percepción real serán evidentes. Ahí debe estar la labor del investigador, apreciando ese distanciamiento y averiguando los motivos por los que se ha producido.

En cuanto a los errores en la evasión, no consideramos que se merezca un rango o una posición independiente en las causas inmediatas de los accidentes. Si ha existido un error en la evasión, bajo nuestro punto de vista, ha sido originado o por la premura en que se ha realizado (recordemos que sólo el tiempo o la evasión puede diferenciar un incidente de un conflicto y a estos dos de un accidente de tráfico), en cuyo caso estaríamos ante una deficiente percepción de la situación anómala o por otra circunstancia que haya sido generada o atribuible a otro conductor o situación o en su caso a una falta de pericia en la conducción, circunstancia ésta que estaría recogida como causa mediata relativa al conductor y que demostraría un error en el sistema general para la obtención del permiso de conducción, aunque fuese a nivel puntual y que debería ser objeto de seguimiento por las Administraciones Públicas.

Finalmente, la condición negativa en la conducción, que prácticamente no se utiliza como causa de los accidentes de tráfico, debe ser considerada especialmente, aunque tuviese que reconfigurarse el concepto de tal causa, encaminándola a circunscribir todas aquellas situaciones que implicasen, en los conductores implicados, una conducta lesiva para la seguridad vial derivada de situaciones personales que asumen cierto riesgo al volante. Recordamos un accidente en el que un conductor, ante unas condiciones climatológicas adversas (lluvia intensa), con señal de limitación de velocidad y de peligro por curva a la derecha y por pendiente con un desnivel considerable, circulaba a tal velocidad que tras destrozar aproximadamente unos veinte tramos de valla metálica colisionó frontalmente contra otro turismo provocando la muerte a dos personas. Evidentemente, no se puede achacar como tradicionalmente se ha venido haciendo la causa del accidente a la circulación a una velocidad inadecuada. Está claro que la velocidad era inadecuada y excesiva, pero si pretendemos buscar la causa última que motiva el accidente, deberemos dirigirnos al conductor, concretamente a la percepción, valoración y decisión que ha tomado en cada momento. La circunstancia descrita es achacable al conductor puesto que ha asumido un riesgo, haciendo caso omiso a las señales voluntariamente. Desde un punto de vista jurídico es la conducta de la imprudencia grave. Desde el punto de vista de la investigación del accidente debe hablarse de condición negativa, de conducción agresiva o incluso, por qué no, de conducción temeraria (apartándose, claro está, del concepto que de dicha conducción se realiza a nivel jurídico).

 

Andrés I. Cardenete

J.J. Álamo

Gabinete de Investigación

Aplitec Tráfico y Transporte

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