La tecnología, una herramienta para los buenos, pero también para los malos.

Los avances tecnológicos que hoy día tienen lugar a diario, pueden ser un arma de doble filo para nuestra seguridad, de ahí la necesidad de evaluarlos de una manera prospectiva y así evitar daños que pueden surgir a través de su mal uso.

En los tiempos que corren hoy día, no es de extrañar levantarnos cada mañana con una noticia acerca de un avance científico, de una posible cura a una enfermedad que apenas hace un año era incurable o de la puesta en el mercado de una nueva tecnología que puede facilitarnos la vida de una manera increíble. Todo esto resulta fascinante, ya que vemos como el ser humano ha ido evolucionando año tras año, día tras día, hasta llegar a un nivel tecnológico impensable hace 20 años.

Toda esta tecnología nos ofrece una cantidad ingente de posibilidades y nos mejora la vida de una manera exponencial ayudándonos en ámbitos como el de la comunicación, el transporte, la salud, el ocio o la seguridad. ¿Pero qué ocurre cuando una tecnología a priori blanca, es decir no dañina, es utilizada de una manera maliciosa para ocasionar daño? Pues bien, cuando esto ocurre se produce una situación en la que se golpea varios pilares, en primer lugar se golpea la seguridad, cosa imprescindible en la sociedad actual, en segundo lugar se ataca fuertemente a la confianza y utilización de una tecnología que es muy beneficiosa y que puede dejar de utilizarse simplemente porque alguien le dio un mal uso, para el cual no estábamos preparados y en un tercer lugar, se puede ver dañada la credibilidad política, ya que por norma general en situaciones inesperadas, para las cuales los decisores políticos no se encuentran preparados, se suelen llevar a cabo acciones y políticas en caliente, lo que por norma general no trae consigo nada bueno.

Todo esto que acabo de decir anteriormente puede sonar un poco absurdo y sé que es difícil de entender, por lo que voy a intentar desgranar esta idea con algún que otro ejemplo y así hacer visible la necesidad de crear instituciones y secciones encargadas de evaluar el nivel de peligrosidad de cualquier avance tecnológico, para crear respuestas a posibles usos malintencionados, siendo el objetivo de estas instituciones el de estar preparados y así minimizar o evitar el riesgo de un uso nocivo y no el de evitar el avance de una sociedad.

Hoy día la tecnología y la ciencia avanzan a un ritmo frenético, siendo ya realidad muchas cosas que apenas hace unos años atrás hubieran parecido imposibles. Ejemplos claros de ello son las impresoras 3D, los hologramas, los drones de uso militar… Todos estos avances ofrecen unas posibilidades y oportunidades a la sociedad magníficas, por lo que debemos de fomentarlos e invertir en ello. El problema es cuando cualquiera de estos avances es usado para algo que nunca pudo imaginar su creador y para lo que no fue diseñado. Lo que digo no es tan descabellado, ya que los grupos terroristas ya no se dedican simplemente a disparar o colocar rudimentarios artefactos explosivos, sino que hoy día utilizan toda la tecnología y medios que tienen a su alcance para poder llevar a cabo sus acciones y crear daño e impacto. Esto se puede ver en el uso de las redes sociales para radicalizar a jóvenes en cualquier parte del mundo, en los montajes dignos de Holiwood con que DAESH muestra sus asesinatos para causar mayor terror, en el intento de atacar bases informáticas de gran complejidad para conseguir información confidencial o provocar la apertura de aguas de una presa, el fallo en un aeropuerto… (aunque hay que decir que hoy día aun están lejos de conseguir estos objetivos)

Por todo ello no es de extrañar que en un futuro las impresoras 3D sean vistas por los terroristas como una nueva oportunidad de atacar y pillar por sorpresa a los sistemas de seguridad actuales, ya que no me cabe la más mínima duda de que con estas impresoras y algún avance más serán capaces de crear armas que eviten ser detectadas en los aeropuertos y por tanto puedan ser introducidas en un avión lleno de pasajeros, también tengo claro que en los próximos años los hologramas serán usado por algún grupo terrorista para hacer una amenaza a nivel mundial y causar de este modo un impacto y terror inusitado, ya que sus amenazas subirían de nivel y lo gráfico de las mismas provocaría un miedo en la sociedad descomunal, incluso sin llevar a cabo ningún acto físicamente, solo con la amenaza, y es que poder mostrar mediante un holograma, como la torre Eiffel es derribada o como el Big Ben es atacado, les dotaría de mucho poder, aun a sabiendas de que es muy difícil que cometan esos actos que reproducen virtualmente. Por otro lado, también digo que estos ataques causarían impacto la primera vez que se cometieran y que luego irían perdiendo potencia de manera gradual, pero aún así veo necesaria la creación de “grupos de pensamiento” que sean capaces de vaticinar posibles usos negativos, de una tecnología ampliamente positiva para la sociedad.

Con todo lo anteriormente expuesto, no quiero causar alarma, ni que nos cerremos a los avances, todo lo contrario, los creo imprescindibles en los tiempos que corren. Lo que si reivindico es una preparación que nos permita estar alerta y así evitar daños y ofrecer respuestas adecuadas ante un mal uso de los avances que cada día surgen y que están por surgir.  Pero todo esto se debe de hacer de una manera escalonada, pausada y sobre todo desde la tranquilidad, ya que el legislar o tomar medidas en caliente no suele traer buenas consecuencias y puede poner un parche a la situación actual, pero causar un gran descosido en un medio–largo plazo. Un ejemplo bastante claro de esto es la medida de blindar las cabinas de los pilotos en los aviones tras los atentados del 11 de septiembre y es que así se evitó que un elemento ajeno a la tripulación pudiera dirigir un vuelo, pero nunca se valoró que los propios miembros de la misma, fuesen los encargados de llevar cabo una acción criminal. Esto sucedió en el vuelo 9525 de Germanwings, donde el copiloto Andreas Lubitz, con problemas psiquiátricos, decidió estrellar la aeronave al completo con 144 pasajeros, dos pilotos y cuatro miembros de la tripulación, no dejando ni un superviviente y creando un miedo a los accidentes aéreos que no se hacía tan palpable desde los atentados del 11 de septiembre. Toda esta psicosis incrementó a medida que se iban conociendo noticias de cómo sucedió y llego a su punto álgido cuando en todos los informativos del mundo se emitió los últimos momentos del avión, en los que el piloto, que había salido de la cabina para acudir al servicio, intentaba a la desesperada y golpeando con un hacha entrar a la cabina para frenar el fatídico desenlace. Con este ejemplo lo único que quiero hacer visible es que la solución a una hipotética situación que ya había causado daño, provocó que en un futuro unas variables completamente distintas a las de un ataque terrorista, causaran el mismo final, aflorando a partir de aquel momento una nueva necesidad de acceso a las cabinas de las aeronaves.

Con lo recogido en las líneas anteriores, puede parecer que abandono un poco el tema de la necesidad de controlar la tecnología, pero no es así ya que lo que quiero es hacer ver que el no estar preparados de una manera anticipada nos puede llevar a tomar medidas erróneas, que acabarán fallando en algún momento. De ahí la necesidad de fomentar la creación de dichos grupos y así poder evaluar los posibles riesgos de una tecnología a priori inofensiva y que solo puede provocar bienestar. Esto debería de implantarse en secciones públicas, ya que el sector privado puede tener intereses más allá de lo puramente necesario para la sociedad, por lo que debería de ser un nuevo ministerio o como mínimo una sección de alguno de los ya existentes y debería de ser una sección importante dentro del Centro Nacional de Inteligencia.

¿De qué se encargarían estas secciones?

Estas secciones y grupos estarían formadas por personal experto en ciencia y tecnología, pero además de ellos dentro de las mismas se integrarían expertos de muy diversos ámbitos, con una gran capacidad creativa y con la mente abierta a cualquier posibilidad, así tendríamos expertos conocedores de la tecnología y que por tanto podrían confirmar o negar la realización de algún mal uso y por otro tendríamos a personas con una mente muy abierta y un gran pensamiento prospectivo, los cuales propondrían posibles usos y situaciones, utilizando técnicas como la de red hard (Piensa como el terrorista) Por tanto el objetivo de estos grupos sería evaluar cualquier nuevo avance tecnológico, por muy inofensivo que en principio resulte y buscar un posible mal uso, para de esta manera crear respuestas tempranas que eviten que este ataque se lleve a cabo o al menos respuestas penales que nos capaciten para juzgar de una manera eficaz a quien lo realice. Todo esto debe hacerse desde la prudencia para lo que se utilizaría un sistema de valoración del riesgo con punto intermedio, en el que a cada tecnología se le daría un nivel de puntuación, en relación con la probabilidad de que su uso sea nocivo, y otro nivel de puntuación relacionado con la gravedad de ese posible mal uso. De esta manera valoraríamos las respuestas que podemos llevar a cabo y la necesidad de las mismas, para evitar realizar desembolsos desorbitados con miras a situaciones muy poco probables, evitar crear situaciones de alarma inexistentes, evitar “inocuizar” el uso beneficioso de la tecnología y también con la idea de que la solución a un problema que puede surgir, no cree nuevas problemáticas, como sucedió desgraciadamente en el caso del vuelo de Germanwings. (Todo esto no es más que una muestra esquemática del funcionamiento de las secciones, está claro que esto debería de estudiarse mucho más y hacerse con unas puntuaciones a las cuales se llegue mediante programas informáticos diseñados por los expertos, los cuales estén compuestos por una serie de ítems que nos lleven a una medición objetiva del posible riesgo y de la necesidad o no de combatirlo y como combatirlo)

En conclusión y para terminar simplemente decir que este artículo no ha sido escrito para crear alarma, ni para frenar el avance tecnológico, sino todo lo contrario ya que la finalidad del mismo es la de ofrecer soluciones a problemas que pueden evitarse y por tanto permitir disfrutar solamente de lo beneficioso de las nuevas tecnologías, cosa que repercutirá positivamente no solo en la seguridad, sino que también será positivo para la propia credibilidad del avance tecnológico, ya que en situaciones en las que la tecnología genera daños, son algunas las voces que tienden a renegar de la misma, produciéndole un enorme daño a la investigación y desarrollo de la ciencia y la tecnología.

Pedro Miguel Molina Avilés

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