La toxicología es la ciencia que estudia los agentes físicos y químicos que producen respuestas adversas en los sistemas biológicos con que entran en contacto. Una forma sencilla de entender el nivel de riesgo potencial de una sustancia, es a través de la ecuación “exposición + toxicidad = riesgo para la salud”. La exposición se refiere a la relación entre el tiempo y la concentración en el ambiente al que la persona está siendo expuesta al agente de riesgo, mientras que la toxicidad es un factor inherente a cada producto y que establece su capacidad de provocar daños inmediatos o acumulativos a un ser vivo.
La toxicidad aguda es la capacidad de ser letal en bajas dosis en seres humanos, mientras que la toxicidad crónica es la capacidad de causar efectos tóxicos acumulativos o carcinogénicos, mutagénicos o teratogénicos en el ser humano, desarrollada a lo largo del tiempo.
Conocer estos términos son indispensables para poder interpretar tanto las fichas de seguridad, como para conocer tan cuan peligroso puede ser un producto frente las potenciales víctimas como para los bomberos, siendo una cuestión preguntada durante los procesos selectivos.
Es importante saber que los contaminantes pueden ingresar a nuestro organismo por diferentes vías, como expresamos anteriormente a lo largo del documento.
La vía respiratoria es la más común, puesto que los tóxicos se mezclan con el aire que respiramos, llegando a ser absorbidos a través de los pulmones con gran velocidad, siendo movilizados a través del torrente sanguíneo o permaneciendo en el interior de los pulmones sin posibilidad de ser eliminados. No solamente inhalamos gases o vapores, los líquidos pueden mezclarse con el aire en forma de aerosoles o nebulizados, así como los sólidos pueden viajar por el aire en forma de polvo en suspensión. Para cuidarnos de sus efectos debemos protegernos siempre ante este tipo de intervenciones, tal y como comentábamos, con la protección dérmica acompañada siempre de la respiratoria.
La vía digestiva no solo se activa por la ingesta directa del producto, sino también a través de elementos contaminados que podemos llevamos hasta nuestra boca y nariz, ambas interconectadas en nuestro interior. Estos contaminantes ingresan a nuestro organismo mezclados con la saliva. Por ello no se debe fumar o comer sin haberse alejado a la zona de seguridad habilitada para ello y sin haberse lavado muy bien manos y cara. Si se proviene de la zona caliente, se habrá tenido que ser descontaminado además de haber superado la revisión médica pertinente ad hoc.
Otros contaminantes ingresan al torrente sanguíneo a través de los poros de la piel. Al igual que una crema humectante, son capaces de ser absorbidos con cierta rapidez por nuestra piel. Frecuentemente el personal interviniente olvida que esta vía también es una puerta de entrada, existiendo productos como el fenol (un ácido orgánico), que con tan solo algunas gotas que caigan sobre la piel, podría llegar a causar la muerte. En el caso de las bases fuertes detallar que no siempre van acompañando de dolor intenso las quemaduras químicas que producen, generando ulceraciones y quemaduras severas que producen la destrucción de las ramificaciones sensitivas nerviosas.
En el caso de la vía parenteral, resulta una vía o camino libre para la entrada del producto al interior de nuestro organismo, frente a las cuales un bombero puede verse limitado a la hora de intervenir a la hora de padecerlas antes o durante este tipo de siniestros.
Existen una serie de términos y unidades de medida, que sirven para expresar los valores de concentración de contaminantes y las dosis recibidas por un organismo, que son de extremo interés para el opositor a bombero.
Dosis Letal 50 (LD50)
Es la dosis inyectada, absorbida cutáneamente o ingerida que provoca la muerte del 50% de los individuos de la muestra. Se expresa en miligramos de tóxico por kilogramo de peso del individuo (mg/kg).
Concentración Letal 50 (LC50)
Es la concentración inhalada de un producto que es capaz de provocar la muerte del 50% de los individuos de una muestra, en un período de tiempo (normalmente 1 hora). Se expresa en partes por millón (ppm) para gases y vapores, en miligramos por metro cúbico (mg/m3) para polvos.
Partes por millón (ppm)
Unidad de medida especialmente usada para establecer la concentración de un elemento.
Una unidad de ppm corresponde a 6 gramos de aceite en un tanque de 8.000 litros de agua.
TLV/TWA
Corresponde a la concentración máxima que puede haber en el ambiente de un determinado elemento, sin que provoque daños a la salud su exposición durante 8 horas diarias en jornadas de 40 horas semanales. Sin duda esta es una medida usada para la salud e higiene industrial, que difícilmente podrá ser usada por bomberos, aunque sí ha sido preguntado en test de procesos selectivos. Debemos tener en cuenta que mientras menor sea el número del TWA para un producto, mayor será su toxicidad. Se expresa en ppm o mg/m3.
TLV/STEL
Es el límite de concentración que permite trabajos de 15 minutos un máximo de 4 veces al día, con descansos de al menos 60 minutos entre ellos. Existen algunos productos a los que el organismo encargado de fijar estos límites, no ha logrado aún determinar el TLV/STEL y solo en esos casos, recomienda aplicar 3 veces el TLV/TWA para trabajos de 30 minutos diarios.
TLV/C
Aquella concentración que jamás debe ser superada ni siquiera durante un instante sin equipo de protección individual.
IDLH
Es el nivel de concentración que es inmediatamente peligroso para la vida y la salud. A diferencia del TLV/C, alcanzar este límite aún durante una mínima exposición, puede significar la muerte o un daño irreversible.
Con respecto a las características toxicológicas de las materias peligrosas, podemos clasificarlas en:
- Efecto proporcional a la dosis:
- Asfixiante
- Irritante
- Corrosivo
- Neumoconióticos.
- Tóxicos generales.
- Anestésicos y narcóticos.
- Sensibilizantes
- Efecto no proporcional a la dosis:
- Cancerígenos.
- Teratógenos.
- Mutágenos.
Asfixiantes
Impiden la oxigenación de las células. Se dividen en:
- Simples: desplazan el oxígeno del aire (dióxido de carbono, butano, nitrógeno, etc…).
- Químicos: bloquean la capacidad de la sangre para el transporte de O2 a los tejidos (monóxido de carbono, ácido cianhídrico, plomo, etc…).
Irritantes
Provocan la irritación de piel y mucosa.
Afectan al tracto respiratorio superior: ácido sulfúrico, ácido clorhídrico, ácido nítrico, hidróxido sódico, formaldehido, etc…
Afectan al tracto respiratorio inferior: ozono, cloro, dióxido de nitrógeno, fosgeno, sulfato de etilo, etc…
Corrosivos
Destruyen los tejidos por pH diferente al neutro, ácidos o álcalis.
Neumoconióticos
Destruyen la difusión del oxígeno a consecuencia de su acumulación a nivel pulmonar (sílice, amianto, polvo de algodón, etc…).
Tóxicos generales
Pasan a la sangre alterando órganos y sistemas específicos:
– SNC (1): alcohol metílico, mercurio, manganeso, sulfuro de carbono
– Riñón: cadmio y compuestos magnesiados.
– Hígado: cloroformo y nitrosaminas.
Anestésicos y narcóticos
Actúan sobre el SNC y su potencialidad depende de la dosis y su liposolubilidad (acetato de etilo etanol, éter etílico, tolueno, xileno, acetona, etanol, propano, isobutanol, tricloroetileno, etc…).
Sensibilizantes
Efecto alérgico del contaminante, que se incrementa con la repetición de la exposición (isocianatos, polvo de la madera, formaldehido, fibras vegetales, etc…).
Cancerígenos, teratógenos y mutágenos
- Cancerígenos.- Que produce cáncer o favorece su aparición.
- Teratógenos.- Administrado a una mujer o un animal en estado de gestación puede ocasionar malformaciones en el feto.
- Mutágenos.- Agente químico o biológico que altera o cambia la información genética de un organismo incrementando la frecuencia de mutaciones por encima del nivel natural.
(1) SNC.- Sistema Nervioso Central.
David Rodríguez Carrasco
Criminólogo. Técnico respondedor NRBQ.