Recuerdo con mucho cariño, allá por los 70, cuando mi padre nos embarcaba los fines de semana en su flamante Seat 1430 rojo, a lo que él llamaba “a la aventura”, “sin rumbo”.
El “amigo Google” aún no existía y Media Markt no tenía ofertas de GPS para los que no son tontos.
Los cinco, acomodados en el Seat, sin saber la previsión del tiempo y oliendo a tortilla y a croquetas, recorríamos las carreteras comarcales de la provincia de Barcelona, hasta que el padre de familia decía….”aquí nos quedamos”.
No sé a ciencia cierta el criterio que seguía mi padre para detener el vehículo; si por razones de cansancio, porque mi hermana era una gritona, porque mi madre le decía que corría mucho…
Aparcados ya en la campa, empezaban a salir sillas, mesas, neveras y demás complementos de ese maletero generoso.
Unas veces nos llovía y teníamos que recoger, otras acampábamos junto a pantanos con sus correspondientes mosquitos, otras cerca de un vertedero, otras acertábamos en el paraje idílico…..; en definitiva, “una aventura”.
Hoy, con cerca de la cincuentena, no se me ocurre viajar en familia sin antes haber hecho los deberes. Visitar la página de Maldonado para conocer el tiempo, estudiar las rutas en internet, seleccionar el destino por criterios de ocio y seguridad, tener un mini plan de contingencia localizando hospitales y centros de salud, etc.
En mi profesión, (la de consultor), no se entiende el ofrecer ideas o soluciones de seguridad a los clientes sin antes haber hecho los deberes, siendo éstos, el conocer la misión, visión y valores del cliente, su dedicación, su vocación, su sector y los riesgos y amenazas exógenas y endógenas para su seguridad (industrial, laboral, medioambiental, física, lógica, reputacional, …).
No ha sido hasta la aparición de la legislación sobre protección de infraestructuras críticas, cuando los profesionales de la seguridad hemos unificado los criterios para bien aconsejar o para diseñar, en definitiva, la seguridad de los activos.
Gracias a la Secretaria de Estado de Seguridad hemos podido comprender cómo se espera desde la Administración Central que los expertos en seguridad analicemos los aspectos necesarios para construir bases sólidas para la seguridad de las personas, bienes muebles e inmuebles.
Son por tanto las Guías para la elaboración de los Planes de Seguridad del Operador y los Planes de Protección Específicos, los documentos de referencia para elaborar los documentos rectores de la seguridad, evitando así diseños fusiformes de los planes.
Queda sin embargo un largo recorrido en materia de planificación, pues observamos con perplejidad cómo instituciones y empresas de gran enjundia y alta responsabilidad para con la seguridad de las personas que en ellas trabajan, visitan o realizan otras actividades, disfrutan de seguridad atendiendo a los principios de selección y oportunidad que seguía mi padre cuando nos llevaba los fines de semana al campo. Es decir, tienen cámaras de videovigilancia, vigilantes de seguridad, elementos de seguridad física y electrónica, sin haber hecho los deberes, contratando a la aventura soluciones de seguridad.
Son tiempos de culturizar al cliente persiguiendo, de forma simple y alejada de tecnicismos, darle a conocer el porqué de las cosas. Es sustancial elaborar un análisis de riesgos con carácter previo a la presentación de ofertas, donde se apunten los problemas sobrevenidos de la propia actividad de la administración o empresa y la afectación probable de las amenazas exógenas sobre las anteriores.
Cabe un debate profundo sobre errores pasados y sobre la forma de alinearnos con las obligaciones emanadas de la norma, donde por un lado el Reglamento vigente en materia de seguridad privada y por otro, la legislación sobre Protección de Infraestructuras Críticas, le dicen al administrador de la seguridad y al administrado, cómo abordar la planificación de su seguridad de forma profesional.
Creo sinceramente, que las administraciones centrales, autonómicas y locales, deben girar hacia un modelo de Pliegos de Prescripciones Técnicas donde se le exija al proveedor de servicios de seguridad, ya sean humanos, tecnológicos o cibernéticos, que planifique la seguridad siguiendo el modelo antes referido e indique cómo va a abordarla durante la vida del contrato, realizando Planes de Protección Específicos por cada uno de los bienes muebles e inmuebles a proteger.
Unificar un modelo de gestión de la seguridad siguiendo criterios modernos y eficaces, colaborará sin lugar a dudas en alcanzar altos porcentajes de seguridad nacional sostenible, basándonos en el tan traído concepto de “una seguridad compartida”, donde lo público y lo privado, se hermanan con un objetivo único, no siendo otro que el de posibilitar que servicios esenciales, estratégicos o relevantes para la sociedad, se presten de forma sostenible y segura.