En 1986 Craig Reynolds estudió y realizó simulaciones por ordenador acerca del comportamiento de bandadas de pájaros. Para ello, consiguió reducir a tres los patrones de conducta de las aves: una fuerza de atracción que mantenía unida la bandada, una habilidad para moverse a la misma velocidad y una fuerza de separación que impide el roce entre ellos.
Este tipo de simulaciones se basan en la diferencia entre la conducta del individuo y las circunstancias del entorno que pueden modificar esa conducta. Desde el ámbito de la psicología Karen Horney distinguió tres tipos de conducta del individuo hacia el grupo: sumisión –acercamiento a la gente-, agresión –ataque a la gente- y desapego -alejamiento.
Del comportamiento humano sabemos que está guiado por intenciones. Y, asimismo sabemos que las personas sentimos repulsión al contacto físico con desconocidos y disponemos de voluntad para determinar nuestros desplazamientos.
El reto es ¿cómo comprender el comportamiento colectivo?, y, a partir de ello ¿cómo diseñar salidas de emergencia seguras y eficientes en edificios y establecimientos? Sabemos que en circunstancias normales un gran tráfico de personas puede salir sin problemas de cualquier tipo de establecimiento, pero qué ocurre cuando esas circunstancias son alteradas por una situación de riesgo, de peligro. Lo hemos visto en demasiadas ocasiones: se producen estampidas que generan un peligro aún mayor. La huida se convierte en el único objetivo y entra en juego el pánico y, de su mano, los embotellamientos, las caídas, los aplastamientos.
El modelo de la fuerza social, desarrollado por los físicos Dirk Helbing y Peter Molnar, afirma que es posible simular los movimientos de los peatones y, por tanto, de las multitudes. Bajo condiciones normales hay patrones que ordenan el movimiento, y cuando se intensifica la densidad ese patrón se modifica hacia un esquema de parada-movimiento
Posteriormente, y en asociación con los húngaros Tamás Vicsek e Illés Farkas, ha estudiado los movimientos aparentemente caóticos, de una multitud de personas bajo una situación de pánico. El pánico surge cuando en el esquema de parada-movimiento mencionado los peatones ya no se pueden desplazar en su dirección; entonces comienzan a producirse comportamientos inesperados, movimientos incontrolados, como de huida, y con ellos, caídas y posibles aplastamientos.
En su investigación descubrieron que si la velocidad de la gente para salir de una habitación era inferior a 1’5 metros por segundo no se producían problemas de atascos ni masificación; sin embargo, si la velocidad era superior si aparecían estos problemas, hasta llegar a situaciones de pánico. En sus pruebas, concluían, a mayor velocidad de los peatones mayor tiempo se consumía en vaciar la habitación.
Partiendo de lo anterior realizaron también una simulación acerca de lo que podría suceder en un establecimiento donde el humo impidiera ver las salidas, bajo dos supuestos: búsqueda individual o siguiendo a otros. En el segundo caso existe la ventaja de poder aprovechar lo que otros han encontrado antes, pero también el inconveniente de que se dejen de utilizar otras salidas, con el consiguiente embotellamiento en la que se esté utilizando, y el peligro añadido que esto supone.
Como vemos el modelo investiga la aceleración de un peatón añadiendo diversas variables (humo, oscuridad, etc). El modelo muestra que cuando se cruzan dos flujos de peatones en sentido contrario se forman carriles de forma espontánea. Las variables añadidas producirán movimientos aleatorios en, al menos, uno de los flujos y toda la dinámica del sistema cambiará, pudiendo, incluso producirse la congelación del movimiento. Helbing llama a esto congelación por calentamiento (freezing by heating effect).
Añadamos ahora otro elemento: una alta densidad de individuos. ¿Qué ocurre? Pues que no se podrá evitar el contacto físico, llegando los individuos a perder su autonomía, ya que no irán donde quieran sino donde les empujen, donde les lleven: es la turbulencia en la muchedumbre.
La cosa empeora ya que a la masa paralizada se seguirá incorporando gente, desde atrás, haciendo que los de delante tengan que soportar una presión creciente. Y será esta presión la que termine por derribar o asfixiar a los de delante cuando encuentren un obstáculo a su paso. Esta es la razón por la que las salidas de evacuación deben ser lo suficientemente anchas y se debe evitar el flujo de entrada por ellas.
En los acontecimientos de masas hay que evitar las densidades extremas. Si se supera una densidad crítica se podrá producir un exceso de presión. Por ello, las rutas de evacuación deben, además de ser anchas, de zigzaguear, de no ser rectas, porque el zigzag disminuye la presión sobre quienes van en cabeza.
Determinar adecuadamente cómo se comporta una multitud, la medición de la densidad y la velocidad de los flujos de peatones nos facilitará obtener el umbral crítico que nos permita prevenir la turbulencia. Es decir, debemos asegurar la estabilidad de los flujos de personas y prevenir el colapso circulatorio. Por ello, cualquier mecanismo de control de masas debe estar enfocado a poder reducir el flujo de personas que se dirigen a un área donde la circulación ya esté detenida: reducir el ancho de la vía que nos conduce al área bloqueada y establecer medidas para que sólo se pueda circular en una dirección son dos medidas fundamentales en ese aspecto; así como el seguimiento mediante la combinación de un adecuado sistema de CCTV y un efectivo control en diversos puntos de acceso. Por tanto, un estudio previo de la seguridad es inexcusable.
En la muchedumbre, lo sabemos al menos desde Durkheim, se dan fenómenos de efervescencia colectiva, donde el individuo se diluye en la masa, igualándose con todos, y sumando un elemento, el gregarismo, que bien pudiera ser, si es controlado, positivamente aprovechado para mejorar los procedimientos de evacuación en una situación de emergencia.