El 28 de marzo de 1979, el mundo fue testigo de uno de los incidentes nucleares más significativos en la historia de Estados Unidos: el accidente de Three Mile Island, en Pensilvania. En plena Guerra Fría y durante un período de creciente desarrollo de la energía nuclear, este accidente fue un punto de inflexión en la percepción pública sobre la seguridad de las plantas nucleares. Aunque el accidente no produjo víctimas mortales inmediatas, la fusión parcial del núcleo del reactor TMI-2 y la liberación de pequeñas cantidades de radiación generaron una gran preocupación entre la población y los reguladores.
Hasta ese momento, la energía nuclear era vista como una promesa de progreso y modernización, proporcionando una fuente casi ilimitada de energía. Sin embargo, el accidente mostró al público los peligros inherentes de la tecnología nuclear cuando no se maneja adecuadamente. La confusión y las deficiencias en la comunicación durante el accidente solo aumentaron la desconfianza. Este evento fue un catalizador para los movimientos antinucleares en todo el país y cambió la política energética de EEUU, ya que la construcción de nuevas plantas nucleares se redujo drásticamente tras el suceso.
A nivel global, Three Mile Island sirvió como una advertencia temprana sobre los riesgos de la energía nuclear, un preámbulo de lo que ocurriría años después en Chernobyl en 1986. Las repercusiones del accidente estadounidense llevó a la revisión y el fortalecimiento de las normativas de seguridad nuclear en todo el mundo. Three Mile Island permanece como un recordatorio del delicado equilibrio entre los beneficios y los riesgos de la energía nuclear.
El accidente de Three Mile Island, ocurrido el 28 de marzo de 1979, comenzó en la madrugada cuando una serie de fallos técnicos y humanos llevaron a la fusión parcial del núcleo del reactor TMI-2. El incidente se desencadenó a las 4:00 am cuando cayó una bomba del circuito secundario, interrumpiendo la transferencia de calor en la planta. Esto provocó un aumento de la presión y temperatura en el circuito primario del reactor, lo que activó una válvula de alivio de presión.
Sin embargo, esta válvula quedó atascada en la posición abierta, liberando vapor radiactivo, mientras los operadores, malinterpretando las lecturas de los indicadores, asumieron incorrectamente que la válvula se había cerrado correctamente. Los sistemas de seguridad estaban diseñados para controlar situaciones críticas, pero la falta de formación adecuada de los operadores y la confusión en la sala de control empeoraron la situación. El sistema de refrigeración de emergencia se activó, pero fue apagado por los operadores, quienes creían que el nivel de agua en el reactor era suficiente. En realidad, el nivel de agua estaba descendiendo rápida y peligrosamente, lo que dejó expuesta parte del núcleo del reactor.
Conforme el agua de refrigeración disminuía, las barras de combustible comenzaron a sobrecalentarse, lo que llevó a la fusión parcial del núcleo. A medida que se generaba hidrógeno dentro del reactor, existía un peligro real de explosión, lo que aumentaba la tensión en la respuesta de emergencia. En medio de la confusión y la falta de información clara, las autoridades locales ordenaron la evacuación de niños y mujeres embarazadas en una radio de cinco millas alrededor de la planta. Al final del primer día del accidente, la situación estaba aún lejos de estar bajo control.
Aunque se liberaron pequeñas cantidades de radiación al medio ambiente, las autoridades inicialmente no pudieron precisar la magnitud del escape. La Comisión Reguladora Nuclear y el gobernador de Pensilvania se enfrentaron a una creciente preocupación pública y al temor de una catástrofe nuclear mayor.
El accidente de Three Mile Island generó una gran preocupación sobre los efectos de la radiación en la salud pública. Las autoridades aseguraron que las dosis liberadas eran bajas, comparables a una radiografía de tórax, pero organizaciones independientes y estudios posteriores sugirieron que la radiación liberada podría haber sido mucho mayor. Investigaciones como la del epidemiólogo Steven Wing indicaron un posible aumento en los casos de cáncer, especialmente en las áreas cercanas al accidente, aunque estos hallazgos continúan siendo objeto de controversia.
A nivel de política energética, el accidente supuso un golpe devastador para la industria nuclear en los Estados Unidos. El pánico generado por el incidente frenó el desarrollo de nuevas plantas nucleares y llevó a la cancelación de una gran cantidad de proyectos que estaban en fase de planificación o construcción. La percepción pública sobre la seguridad de las plantas nucleares cambió radicalmente, lo que resultó en un frenazo a la expansión de la energía nuclear durante las décadas siguientes.
La Comisión Reguladora Nuclear (NRC) implementó nuevas normas de seguridad, entre las que se incluyó la exigencia de una mejor capacitación de los operadores de las plantas nucleares, así como la instalación de simuladores específicos para cada reactor, con el fin de mejorar la respuesta ante emergencias. También se establecieron procedimientos más estrictos de monitorización y reportes de incidentes en tiempo real, así como protocolos más claros para la comunicación con el público y las autoridades durante la crisis.
A nivel internacional, Three Mile Island influyó en la adopción de estándares más rigurosos de seguridad nuclear y en la creación de redes globales para la notificación de incidentes nucleares. Este accidente demostró la vulnerabilidad de las instalaciones nucleares ante los fallos humanos y técnicos, motivando a la comunidad internacional a revisar y fortalecer sus propias políticas de seguridad.
El síndrome de China, dirigida por James Bridges en 1979, es una película que narra la historia de una reportera, interpretada por Jane Fonda y un cámara, interpretado por Michael Douglas, que descubren fallos de seguridad en una planta nuclear mientras filmaban un reportaje. El jefe de la planta, interpretado por Jack Lemmon, se da cuenta de que las fallas son graves y decide investigar, lo que los lleva a una crisis que casi provoca una catástrofe nuclear. El título hace referencia a la idea ficticia de que una fusión del núcleo podría hacer que el material radiactivo atraviese la Tierra hasta llegar a China.
La coincidencia entre el estreno de la película y el accidente de Three Mile Island, que ocurrió apenas 12 días después, incrementó el miedo y la inquietud. En ambos casos, tanto en la ficción como en la realidad, los problemas técnicos y los errores humanos juegan un papel clave. En la película, como en el accidente real, los operadores de la planta no entienden completamente la gravedad de la situación.
El estreno de la película influyó profundamente en la percepción pública de la energía nuclear, ya que muchas personas vieron en El síndrome de China un reflejo de lo que estaba sucediendo en Three Mile Island. Se generó un clima de miedo y desconfianza hacia la industria nuclear, alimentando los movimientos antinucleares y aumentando la presión sobre los reguladores para reforzar las medidas de seguridad en las plantas nucleares. La película sigue siendo un símbolo cultural del peligro inherente de la energía nuclear cuando no se maneja con los controles adecuados.
Hoy en día, la viabilidad de la energía nuclear sigue siendo un tema de debate. Por un lado, se considera una fuente de energía limpia y esencial en la lucha contra el cambio climático al no generar gases de efecto invernadero. Sin embargo, los riesgos asociados a posibles accidentes, la gestión de los residuos radiactivos y el elevado coste de mantenimiento generan controversias.
Las nuevas tecnologías prometen mejorar la seguridad. No obstante, la aceptación pública y la confianza en la energía nuclear siguen siendo factores muy importantes, ya que el recuerdo Three Mile Island y, por supuesto, de Chernobyl y Fukushima, continúan manteniendo su influencia.