Un peso corporal adecuado: el primer paso para un buen entrenamiento

El profesor Carlos Ruíz durante una sesión de entrenamiento con alumnos

A menudo, viene gente al gimnasio o a las pistas donde entrenamos -en el Centro Andaluz de Estudios y Entrenamiento– y nos piden asesoramiento para mejorar su rendimiento deportivo. Son corrientes, preguntas tales como “¿podré en tres meses hacer 15 dominadas”? “¿es posible bajar mi tiempo en el 1.000 entrenando doble sesión?”, “¿qué puedo tomar para mejorar, aparte del entrenamiento?” o “qué ejercicios extra puedo hacer para mejorar el salto?”, entre otras muchísimas de similares características. Todos, en nuestra condición esencial de seres humanos, queremos fundamentalmente MEJORAR, y si es posible, en el CUANTO ANTES MEJOR.

En mis más de 30 años como entrenador y preparador personal, si hay algo que he aprendido es que, para lograr un objetivo, tanto en la vida como en el deporte, hay que responder a tres preguntas cruciales: ¿Dónde estamos? (es decir, saber claramente cuál es nuestra situación, de forma racional y coherente), ¿Hacia dónde queremos ir? (definir nuestro objetivo de la misma forma que actuamos antes) y finalmente, ¿Cómo podemos lograrlo? (analizar de forma concienzuda las posibilidades que tenemos y dar con la mejor para alcanzar nuestro objetivo; una vez elegida, ir con ésta “a por todas”).

A la hora de hacerme este cuestionamiento, durante los primeros años de vida profesional obvié, quizás más de la cuenta, dos parámetros que hoy día veo FUNDAMENTALES en la mejora del RENDIMIENTO DEPORTIVO en sus diferentes vertientes (ocio/entretenimiento, escuelas de iniciación, preparación de oposiciones o tecnificación deportiva y alto nivel). Estos son, el PESO CORPORAL (p.c, a partir de ahora) y el APOYO o PISADA.  Hoy nos centraremos en el primero, aunque en muchos aspectos, ambos pueden ir ligados.

Nuestro peso en Kg no es sino la “carga” que debemos “soportar” para realizar las diferentes actividades que la vida nos encomienda. Ni que decir tiene, que estas actividades son de lo más heterogéneas; desde ir andando a la tienda de la esquina, a estar de pie ocho horas al día, conducir otras tantas horas cotidianamente o levantar sacos de 20 kilos de patatas o cemento, por poner diferentes ejemplos. En muchas de estas actividades convencionales, un exceso de p.c va a implicar un extra en la dificultad de la actividad a desarrollar, o bien va a generar una serie de secuelas negativas para un futuro desarrollo de la misma (molestias, dolores articulares y musculares, inflamaciones etc…).

Si esto es así en la vida diaria, en el deporte se puede ver multiplicado de forma exponencial. No nos tenemos que ir al deporte de élite, donde es más que obvio el cuidado que los profesionales procuran para con su cuerpo. Alimentación controlada, complementos dirigidos, ejercicio medido al milímetro… Esto es algo que hace unas décadas era casi impensable, pero que hoy día forma parte inherente del deportista de alto rendimiento.

Como digo, no nos tenemos que ir a tan altas esferas, donde el control del p.c, es tan importante como el propio entrenamiento. En mis grupos, desde los de vigilantes de seguridad, pasando por los de policías, guardias civiles, hasta los de bomberos avanzados o chicos/as de tecnificación deportiva y alto rendimiento, en TODOS, hay un factor común predominante. Este es, que los más “finos” suelen ser los mejores, los más completos. No significa esto que la delgadez en sí misma sea la virtud. No, hablamos de la “finura” como concepto de base. Entendiendo este término como la máxima fuerza posible, con el p.c más adecuado para el ejercicio concreto. Hablaríamos entonces, más que de fuerza, de POTENCIA.

La idea de base es la que sigue: si levanto 80 kilos de carga en un ejercicio, teniendo un p.c de 75 kg, y soy capaz de mantener dicha marca, bajando a 74 kg mi p.c, habré mantenido mis niveles de fuerza, pero habré incrementado mi potencia, al tener más fuerza relativa. En ese caso, el individuo estaría más “fino”, usando la terminología que antes citábamos, aunque en el concepto de “finura” entra también la percepción visual, que tenemos sobre todo los entrenadores, acostumbrados ya, al llamado “ojo clínico”. El mismo ejemplo nos serviría para un velocista o un saltador. Ejercerían la misma fuerza (específica en este caso; fuerza rápida, explosiva y elástica), pero ganarían en potencia de apoyo, de contacto, de impulsión…al tener que “trasladar” un peso más liviano con la misma fuerza.

Relacionando este concepto, en mi opinión fundamental, con el p.c, podríamos diferenciar al respecto, entre “peso normal” y “peso ideal”. El primero haría referencia al peso de la mayoría de las personas (haciendo una media ponderada), y el segundo al peso que se ajustaría de forma específica a una persona concreta, teniendo en cuenta para tal fin, el mayor número de variables y características singulares posibles (edad, sexo, complexión y estructura corporal, actividad física, profesional, etc).

Sería el peso ideal al que tendríamos que acudir de inicio para poder emprender el objetivo que perseguimos, al cuestionarnos las tres preguntas que subrayábamos al principio.

¿Cómo saber cuál es nuestro peso ideal? Podemos tener ciertas referencias, pero siempre aconsejo acudir a ESPECIALISTAS (entrenador personal, nutricionista y /o endocrino). Si queremos hacer las cosas bien, hay que acudir a los mejores, y no dejarse aconsejar por foros, aficionados o similares.

¿Cómo conseguir nuestro peso ideal? Siguiendo los cauces de la anterior respuesta, acudiendo a los citados especialistas. La combinación del ejercicio físico específico para cada caso y una dieta, igualmente individualizada, es la respuesta. El grado de sacrificio será de la misma forma, uno u otro, dependiendo del sujeto. Recordad siempre que no hay dos personas iguales, y por ende, ni a todas las personas les cuesta lo mismo un esfuerzo, ni para todas se puede catalogar como tal.

Para finalizar, me gustaría matizar algo que antes he citado; la complexión y/o estructura corporal. En las diferentes tablas al uso y en las básculas de las farmacias, existen unos intervalos, según la altura del individuo (entre 70-78 kg, por ejemplo), en referencia a la complexión pequeña, mediana o grande (también se utilizan otros términos, pero análogos, en todo caso) del mismo. Una forma de determinar esta división es midiendo el diámetro de los hombros, o el perímetro de la muñeca, más fácil aún. En este caso, complexión pequeña sería para muñecas de 16 cm o menos, mediana entre 17y 19, y grande, por encima de 20 cm. Hecha esta referencia podemos interpretar mejor los pesos que nos indican en las tablas en cuestión.

En definitiva, que antes de ponerse el chándal o apuntarse al gimnasio, si queremos OPTIMIZAR el trabajo y CONSEGUIR EL OBJETIVO requerido, habría primero que hacer otro tipo de deberes con nuestro cuerpo. Y la idea del bombero o el atleta “petado” (carne de gimnasio y potingues, con “cero” rendimiento en fuerza eficaz y potencia) olvidarla; es falsa y, en la mayoría de los casos, contraproducente.

 

 

 

 

Carlos A Ruiz es Director Deportivo y docente del CAEyE, Director de Seguridad, Preparador físico, Entrenador Nacional de Atletismo y Experto en Nutrición y Dietética en Alto Rendimiento Deportivo.

Síguenos en...