Si partimos de la base de conformarnos con los niveles de formación que hoy día se exigen al personal de seguridad privada, no sería necesario llevar a cabo ningún análisis de los mismos, sino que nos centraríamos en el conformismo eludiendo la autocrítica.
Es por ello por lo que, considerando la seguridad privada una materia muy dinámica y que cada vez pide una mayor especialización a sus integrantes, me he decidido a escribir este artículo con el objetivo de hacer ver que debemos huir de ese conformismo o desidia e incentivar unos nuevos métodos y sistemas que fomenten la formación cimentándola como el punto angular de nuestra correcta preparación.
Con la formación adecuada seremos más profesionales, asumiremos de una forma coherente la enorme responsabilidad que se deposita diariamente en nuestras manos (ya se sea vigilante, escolta, detective, jefe o director de seguridad).
La formación y más si cabe, en el personal de seguridad privada es crucial por innumerables razones, algunas de las cuales voy a reflejar en este artículo, dejando para posteriores publicaciones la posibilidad de ahondar en otras muchas que se nos pueden ocurrir.
La primera de ellas, porque la sociedad ha ido cambiando y nosotros con ella, actualizando nuestros medios, métodos y sistemas de trabajo (esto sin llegar a hablar de la incidencia desorbitante lograda con la incorporación a nuestra actividad de la inteligencia artificial), por lo que esta acción hubiera tenido que conllevar un incremento del nivel formativo exigido en un inicio para cada nivel de los que integra la seguridad privada y un reciclaje planificado, real y efectivo mientras se lleva a cabo la función de protección encomendada.
La segunda porque debemos garantizar, en la medida de las posibilidades de cada puesto de trabajo, una eficaz y correcta protección, estando capacitados para enfrentarnos, para manejar y para superar de forma responsable y profesional, las continuas y constantes situaciones de riesgo que se nos pueden presentar y cuya respuesta habremos podido o no, planificar y/o programar.
La tercera es porque con formación favoreceremos el concepto de calidad en nuestro trabajo, incrementando nuestro reconocimiento social y la confianza de las personas que requieren o se sirven de nuestro trabajo.
La cuarta, y con ella termino por ahora, es que la única forma de enfrentarnos al riesgo de una forma coherente y con posibilidades de éxito, es desde la certeza de que estamos debidamente preparados para ello, que contamos con la capacitación necesaria y que nos vanagloriamos de poseer la cualificación profesional para enfrentarnos responsablemente a cualquier tipo de riesgo o situación de emergencia.
Dejo abierta la posibilidad de que cualquier persona que esté leyendo este artículo quiera o piense importante introducir en esta exposición más razones que fortalezcan el concepto básico que he pretendido trasladar en este artículo y que es la importancia de adaptar nuestra formación a las nuevas y dinámicas exigencias sociales, incrementando los niveles formativos requeridos básicos y potenciando reciclajes continuos que favorezcan y faciliten, en la medida de lo posible, el desarrollo diario de nuestro trabajo.
Llegados a este punto, surgen numerosos interrogantes sobre cómo establecer o incorporar esos mecanismos destinados a incentivar la formación del personal de seguridad privada, de forma óptima y eficiente.
A mi modo de ver, disponemos de variadas posibilidades para implantar y/o implementar este tipo de mecanismos, entre ellos:
- Consensuar con la Administración el cambio de los niveles formativos en los niveles de acceso a cada una de las profesiones que engloban el sector de la seguridad privada, sin que esta acción deba tener el carácter rupturista que siempre se pretende ver, sino que sea analizada como un objetivo que se consiga de forma paulatina, permitiendo siempre y en todo lugar, la equiparación objetiva del personal que, por su antigüedad en el acceso, no precisó de ese nivel formativo para formar parte de la seguridad privada.
- Implantar reciclajes objetivos sobre las materias sobre las que sean necesarias adquirir nuevas perspectivas de formas de trabajo, es decir, consiguiendo, potenciando y facilitando una especialización que esté directamente relacionada con la función que se realiza y entre las que deben tener cabida la formación sobre los nuevos riesgos y sobre las nuevas técnicas de respuesta que la evolución de los sistemas de protección nos va proporcionando.
- Ofrecer oportunidades de desarrollo profesional, proporcionando, facilitando e incluso, costeando, el acceso a los programas de capacitación y a las certificaciones que permita mejorar sus habilidades y avanzar en sus carreras profesionales.
- Llevar a cabo una correcta política de personal, de forma que se reconozca y premie, no solo económicamente sino también dentro del aspecto laboral interno, al personal que, a motu proprio o por conveniencia de la empresa, asume mayores cotas de profesionalidad y responsabilidad al incrementar su formación de forma constante y continua.
- Fomentar en la empresa un ambiente de aprendizaje continuo que haga ver al trabajador la importancia que se otorga al aspecto formativo como sistema para elevar la calidad del servicio que se presta. En este sentido es importante que la empresa sepa valorar la importancia de la formación de su personal y facilite tiempo para ello sin que sea el propio trabajador el que deba dedicar su tiempo libre, al menos en gran parte, a esa labor. Para ello es fundamental la utilización de las posibilidades que la formación online facilita, aunque siempre sin desmerecer y quitar la importancia que acapara el nivel formativo presencial.
- Establecer incentivos económicos de una forma clara y transparente, sin recovecos ni posibilidad de omisión por subjetividades o banalidades, de forma que el trabajador vea un beneficio económico por asumir nuevas cotas de formación o, al menos, se vea compensado en parte por los gastos que le puede ocasionar (matrículas, desplazamientos, libros, etc.)
- Establecer objetivos (individuales y colectivos) a modo de metas asumibles que favorezcan el desarrollo profesional y personal del trabajador.
- Implantar medios organizativos que favorezcan un ambiente de trabajo estimulante para el trabajador, incentivándole para que se mentalice en la necesidad de lograr paulatina y diariamente un crecimiento personal y profesional que le motive a buscar una mejora formativa coherente con su puesto de trabajo o con aquel otro para el que pueda estar capacitado.
Podríamos seguir exponiendo formas, sistemas y métodos que pueden favorecer en un momento dado, el incremento de los niveles de formación de un trabajador del sector de la seguridad privada, pero creo que he cumplido con la intención que me condujo a escribir este artículo: poner encima de la mesa, la necesidad (a mi entender) de incrementar los niveles formativos del personal de seguridad privada. A partir de este paso, dejo a la imaginación y, sobre todo, a la formación y experiencia de cada uno de los lectores, la incorporación de otra serie de políticas que puedan favorecer esta iniciativa dirigida a la formación de nuestro personal.