Un desastre evitable.

«Es evidente que la combinación de malas decisiones estratégicas, de una falta de voluntad para abordar las desigualdades y de un sistema mal coordinado, creó un cóctel tóxico que ha permitido a la pandemia convertirse en una crisis humana catastrófica».

Esta es la demoledora conclusión del Informe realizado por el Panel Independiente de Preparación y Respuesta a la Pandemia creado por la OMS para analizar la respuesta a la emergencia global. Una cadena de fallos derivó en la explosión pandémica: la OMS actuó con demasiada lentitud, no existió liderazgo político global, los Estados actuaron tarde, y así podríamos continuar: “las instituciones actuales, públicas y privadas, no han conseguido proteger a la población de una pandemia devastadora”.

La ignorancia de serias advertencias previas (SARS, MERS, Ébola, …) tiene que ver, y mucho, en los resultados de esta catástrofe que ha contagiado ya a 160 millones de personas en todo el mundo, superando los 3 millones de fallecidos. La ocultación de la verdad, la negación de la realidad, las vacilaciones y los consiguientes retrasos en las acciones de respuesta fueron las cómodas zapatillas que el virus calzó para pasar de ser un brote a una epidemia y a continuación una pandemia. No sólo no se aplicaron medidas de prevención, sino que ni tan siquiera se aplicó el más mínimo principio de precaución.

“La preparación significa planificar previamente múltiples dimensiones, incluido el suministro y el uso de equipos de protección adecuados, personal suficiente, apoyo para el cuidado de niños, para la salud mental y garantizar el salario para aquellos que soportan un trabajo arriesgado”.

«Está claro que la combinación de malas decisiones estratégicas, la falta de voluntad para abordar las desigualdades y un sistema descoordinado crearon un cóctel tóxico que permitió que la pandemia se convirtiera en una crisis humana catastrófica». Como señala el Informe la política de “esperar y ver” de muchos países aplazó la toma de decisiones hasta el momento en que se comenzaron a llenar las UCI. Si en aquellos días de enero se hubiera asumido de inicio que el virus se podía contagiar entre humanos, es decir, se hubiera eliminado la presunción de inocencia para el virus, los mecanismos de contención y respuesta podrían haber mostrado su teórica fortaleza.

Se ha demostrado que la falta de poder real de la OMS ha estado entre las causas de la catástrofe, por lo que se demanda no sólo una OMS más fuerte, sino también “un nuevo sistema de vigilancia y alerta que se base en la transparencia y permita a la OMS publicar información de inmediato”. Es la comunidad internacional -y no únicamente los Estados de forma autónoma- quien debe hacer los esfuerzos necesarios para adoptar un sistema de preparación y respuesta ante este tipo de emergencias.

Uno de los expertos del Panel, Michel Kazatchkine, ex-director del Fondo mundial para la lucha contra el VIH/SIDA, la tuberculosis y la malaria, además de señalar que jamás imaginaron la desigualdad en el acceso a las vacunas, apunta que aunque la declaración de emergencia de salud pública de la OMS fue tardía los Estados no reaccionaron, a pesar de suponer la emergencia de salud pública el mayor grado de alerta.

No deja de ser triste la constatación de que en el primer Informe Anual sobre Preparación Mundial de Emergencias Sanitarias, de septiembre de 2019, de The Global Preparedness Monitoring Board (grupo de expertos de la OMS y el Banco Mundial) se señalara que “el espectro de una urgencia sanitaria global se vislumbra en el horizonte”, que “hay que preparase para lo peor”.

Si algo ha demostrado y sigue demostrando esta crisis es la peligrosa ausencia de liderazgo político y científico global.

Si algo ha demostrado y sigue demostrando esta crisis es que la preparación para otra futura situación catastrófica debe ir más allá de disponer de mascarillas, epis y respiradores, y que hay que reforzar las redes de protección social.

Si algo ha demostrado y sigue demostrando esta crisis es que la incertidumbre vive con nosotros, y es un excelente caldo de cultivo para la desconfianza y para el miedo. Y en el caso que nos ocupa la incertidumbre se combate con ciencia, con información fidedigna y con una gestión política que se base en ellas. Que líderes políticos en todo el mundo hayan negado los criterios científicos no ayuda en absoluto a reducir la incertidumbre.

Por todo ello el Panel recomienda la creación de un Consejo Mundial sobre Amenazas para la Salud con respaldo político y económico y autoridad suficiente para supervisar la preparación y respuesta ante emergencias sanitarias y el establecimiento de un mecanismo de financiación que llegado el pudiera movilizar a corto plazo entre 50.000 y 100.000 millones de dólares. Dicho así es mucho dinero, pero una minucia si lo comparamos con la estimación del coste económico de la pandemia a nivel global durante 2020: 7 billones de dólares, a los que habrá que ir añadiendo los costes de 2021 y años venideros. A estas pérdidas se les puede poner cara: son niños sin escolarizar, son víctimas de violencia, son personas empujadas a la pobreza extrema.

El objetivo del Panel Independiente de Preparación y Respuesta a la Pandemia es aprender de los errores para evolucionar el sistema de protección a nivel global. Por el momento, y vista la escasa o nula reacción de las autoridades estatales sanitarias a nivel mundial, no me dejo arrastrar por el optimismo.

Ricardo Vidal

Director de Seguridad Dpto. nº 967

Coordinador Nacional para la Protección de Infraestructuras Críticas

de la Asociación Nacional de Directores de Seguridad Siglo XXI

 

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