El suicidio y sus factores

Imagen generada por inteligencia artificial

El suicidio es un problema muy grave que afecta a miles de personas cada año en España, y que muchas veces no se habla lo suficiente. ¿Sabías que el suicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años en nuestro país? Así es, más que los accidentes de coche, el cáncer o el coronavirus. Puede que te parezca increíble, pero es la realidad. El año pasado se suicidaron más de 4.000 personas, casi 12 al día. Y de cada cuatro suicidios, tres eran de hombres.

Estas cifras son oficiales, las publicó el Instituto Nacional de Estadística el 19 de diciembre. Según este informe, las comunidades autónomas que más suicidios tuvieron fueron Andalucía, Cataluña y Comunidad Valenciana. Y lo peor es que cada año hay más suicidios, sobre todo entre los niños y los adolescentes (de 15 a 19 años). Desde 2008, el suicidio es la principal causa de muerte por causas externas en España, superando a las caídas, los ahogamientos, las intoxicaciones o los homicidios.

¿Por qué se suicida la gente? No hay una respuesta única, sino que hay muchos factores que pueden influir en que una persona decida quitarse la vida. Algunos de estos factores son:

  • La depresión, la ansiedad, el estrés o el trastorno bipolar. Estos son problemas de salud mental que afectan al estado de ánimo, al pensamiento y al comportamiento de las personas, y que pueden hacer que se sientan tristes, desesperadas, culpables o sin esperanza.
  • El abuso de alcohol, drogas o medicamentos. Estas sustancias pueden alterar el juicio, la percepción y la impulsividad de las personas, y pueden aumentar el riesgo de suicidio, sobre todo si se combinan con otros problemas de salud mental o física.
  • Los problemas familiares, sociales, económicos o laborales. Estos problemas pueden generar conflictos, rupturas, aislamiento, soledad, pobreza, desempleo o fracaso escolar, que pueden afectar a la autoestima, la confianza y el sentido de la vida de las personas.
  • Los traumas, las pérdidas o los duelos. Estas situaciones pueden provocar un gran sufrimiento emocional, que puede ser difícil de superar, sobre todo si no se cuenta con el apoyo adecuado. Algunos ejemplos son la muerte de un ser querido, el abuso sexual, la violencia o el acoso.

En otros países hay más suicidios que en España, como Corea del Sur, Lituania, Eslovenia o Japón. Pero eso no nos consuela, porque el suicidio es un problema que hay que afrontar con seriedad y sensibilidad. Además, puede que haya más suicidios de los que se registran, porque a veces se confunden con otros tipos de muertes, como ahogamientos, caídas o intoxicaciones. En el mundo, se suicidan unas 700.000 personas al año, más que las que mueren por guerras y asesinatos juntos.

Los métodos que usan las personas para suicidarse varían según el sexo. Los hombres suelen ahorcarse o dispararse, y las mujeres saltar desde sitios altos o tomar medicamentos. Estas diferencias pueden tener que ver con la forma de expresar el sufrimiento, la disponibilidad de los medios o la intención de dejar una nota o no. Por ejemplo, las mujeres pueden preferir métodos menos violentos o más discretos, para no causar más dolor a sus familiares o amigos.

Para prevenir el suicidio, no basta con controlar los factores de riesgo, como la depresión, el estrés, el abuso de sustancias o los problemas familiares. También hay que potenciar los factores de protección, como el apoyo social, la autoestima, la resiliencia o el sentido de la vida. Para ello, es necesario formar, evaluar y detectar a tiempo tanto los riesgos como las protecciones, sobre todo en los ámbitos donde los niños y los adolescentes se relacionan, como las redes sociales, Internet y las nuevas tecnologías.

Los factores de protección son aquellos que ayudan a las personas a afrontar las dificultades, a superar las crisis y a encontrar motivos para vivir. Algunos de estos factores son:

  • El apoyo social, que consiste en tener personas que nos quieren, nos escuchan, nos ayudan y nos acompañan en los momentos difíciles. Estas personas pueden ser familiares, amigos, profesores, compañeros o profesionales de la salud.
  • La autoestima, que consiste en valorarnos, respetarnos y querernos a nosotros mismos, reconociendo nuestras cualidades, capacidades y logros, y aceptando nuestras limitaciones y errores.
  • La resiliencia, que consiste en la capacidad de adaptarnos, superarnos y crecer ante las adversidades, aprendiendo de ellas y sacando lo positivo.
  • El sentido de la vida, que consiste en tener un propósito, una meta, una ilusión o una pasión que nos motive, nos inspire y nos dé esperanza.

Es complicado detectar las señales de alerta que avisan de que una persona puede estar pensando en quitarse la vida. No siempre son claras y pueden variar mucho. Esto es muy grave, porque significa que hay mucha gente que sufre tanto que no ve otra salida que quitarse la vida. Y lo peor es que muchas veces no nos damos cuenta de que alguien está pensando en suicidarse, porque no lo dice abiertamente o porque lo disimula. Pero hay algunas señales que nos pueden alertar de que alguien necesita ayuda. Especialmente si se dan en alguien con antecedentes de problemas de salud mental. Por ejemplo:

  • Se descuida mucho, no se arregla, no se cuida.
  • Se aísla, no quiere salir, no habla con nadie.
  • Se emborracha o se droga más de lo normal.
  • Se mete en líos, se pelea, hace cosas peligrosas.
  • Dice cosas como: “No sirvo para nada”, “Ojalá me muera”, “No aguanto más”.
  • También pueden detectarse otras que tienen que ver con atender asuntos del final de la vida: regalar pertenencias importantes, dejar resueltas cuestiones legales, hacer testamento o despedirse de amigos, siempre en el contexto de personas que pasan por un mal momento.

El suicidio es un tema tabú y estigmatizado, que muchas veces se oculta o se niega por miedo o por vergüenza. Pero el silencio no ayuda, sino que dificulta la búsqueda de ayuda y el conocimiento del problema. El suicidio es un problema de salud pública, que nos afecta a todos, porque todos podemos sufrirlo o conocer a alguien que lo sufra. Por eso, hay que hablar de ello, pedir ayuda o ofrecerla, y actuar con rapidez y con sensibilidad. La vida es lo más importante que tenemos, y vale la pena vivirla.

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