Los clásicos nos mostraron que los hombres somos seres sociales por naturaleza y los hombres nos hemos demostrado nuestra impotencia para serlo. No solamente nacimos para vivir en sociedad sino que de la sociedad esperábamos una respuesta que acompañara a nuestras motivaciones. Nos refugiamos en las rutinas como forma de entender las relaciones y las costumbres empezaron a ser el significado de nuestras vidas. Las rutinas y lo esperable se convirtieron en una necesidad humana. Desde entonces todo requiere un orden y de ese orden vivimos. En cambio, la vida está llena de sorpresas que no siempre son de signo positivo. De las negativas quiero hablar en este espacio; y quiero hacerlo más allá de las que cualquiera de nosotros haya vivido en el entorno personal, que ya en sí nos recuerdan lo limitados que estamos para afrontarlas con un mínimo de éxito. Hay una realidad que supera lo anormal en la normalidad establecida. Me refiero a los actos de crueldad que representan los ataques terroristas de masas. Si el terrorismo, como su propia palabra designa, es la forma de crear miedo e indefensión social en la sociedad; cuando expande su odio a la multitud indefensa genera un estado de incertidumbre social que lleva a enjuiciar nuestra propia razón de ser. Es en este contexto donde salta la pregunta con la que he querido hacer este artículo. La pregunta es ¿qué hago?, y el contexto hace referencia a ese espacio de alta concentración de masas en el que profesionales de la seguridad privada deberán de hacer frente de manera urgente a las necesidades de la personas afectadas. He titulado así el artículo porque la realidad es, como pronosticaba al inicio, que todo tiene que seguir un orden establecido y las cosas son controlables en la mayor parte de las ocasiones. Pero “me tocó”. Ese interrogante que todos los que nos dedicamos a este sector alguna vez se ha hecho. Y ahora qué hago o por lo menos qué podría hacer. A esta situación no se llega nunca preparado porque no existe tal posibilidad. Ni las persona que de manera normal se dedican a experiencias relacionadas con las urgencias y catástrofes naturales saben encontrar el mejor acomode a la situación. A partir de ahí, y teniendo en cuenta que nadie está preparado para hacer frente a situaciones de este tipo, cuando uno se enfrenta a ellas debería de plantearse las siguientes apreciaciones. La empatía hacia uno mismo en el sentido de entender que somos humanos y que es normal que suframos cuando nos encontramos en tales situaciones. Solo así estaremos en condiciones de empatizar con las víctimas del suceso. La relevancia del conocimiento del entorno y la consideración extrema de que nadie como nosotros puede saber maniobrar en tales circunstancias sabiendo lo que sabemos del lugar donde habitualmente ejercemos nuestras funciones. La valoración de lo aprendido durante años, tanto teóricamente como, sobre todo, práctica en el hacer de nuestra trayectoria profesional. No olvidéis nunca que aquel consejo de un experto sobre la materia que os pudo parecer de lo más teórico cuando lo escuchasteis en un curso puede ser de vital importancia en la resolución de una situación crítica. Además, en la cotidianidad del trabajo seguramente en múltiples ocasiones os hayáis encontrado con escenarios críticos en el que habéis tenido que auxiliar a personas afectadas por diferentes motivos. De esas experiencias se puede aprender lo fundamental para el auxilio y respuesta en escenarios terroristas. Pero vayamos por partes.
En un primer momento la gente intenta escapar del área de peligro, entonces el mayor problema es establecer de antemano un número alternativo de rutas de escape que sean posibles, tener en cuenta las diversas maneras que hay de abandonar esa situación y planificar adecuadamente los modos de actuación, transmitiendo tranquilidad y seguridad. De ahí que la clave de una buena respuesta profesional a la situación de emergencia es dar una adecuada información a los afectados. Para ello es importante no olvidar lo siguiente:
- Ofrecer pautas inmediatas de autoprotección que se caractericen por una extrema sencillez y rápida viabilidad en su ejecución. Cuánto menos hagamos pensar a las personas afectada mejor, ya que éstas se encontrarán emocionalmente incapacitadas para hacer frente a información compleja.
- Transmitir el comportamiento más adecuado a seguir de manera operativa y específica. No es conveniente la información abstracta sino la descripción exhaustiva de lo que hay que hacer; fomentando las pautas de colaboración en todo momento.
- Mantener informado sobre el proceso de la emergencia. La información en estos contextos es determinante, pero más determinante es su actualización y adaptación a las circunstancias dinámicas en las que están ocurriendo los acontecimientos.
- Transmitir confianza. En estas circunstancias las personas tienden a guiarse mucho por la respuesta observada en los profesionales presentes, de tal manera que nuestra propia conducta verbal y no verbal puede condicionar la respuesta de los afectados.
Se dice que la experiencia es aquello que se logra justo después de que se la necesite. Como diría el experto Juan M. Fernández en esta temática tan aterradora esto parece ser la regla más que la excepción. Que no nos toque nunca.
Francisco Vílchez Lara
Psicólogo
Profesor de Seguridad y Protección.